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viernes, septiembre 12, 2025

UJCM: una lectura crítica hacia la acreditación social como principio de transformación educativa

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POR: ARQ. KEVIN DUBERLY OBERTI PAREDES

INTRODUCCIÓN

La educación superior en el Perú atraviesa uno de sus momentos más retadores: dejar de ser únicamente una fábrica de títulos para convertirse en un verdadero espacio de formación humana, social y crítica. En este escenario, la situación de la Universidad José Carlos Mariátegui (UJCM) no debería ser vista solo como un caso negativo, sino como una oportunidad para reflexionar: ¿qué entendemos realmente por calidad educativa? ¿Qué nos dice el licenciamiento sobre nuestra universidad… y qué nos está ocultando?

Escribo este artículo no desde la distancia, sino desde dentro. Como egresado de la UJCM, siento que tengo no solo el derecho, sino también la responsabilidad de pensar su historia reciente como un proceso inacabado. No lo hago desde la frustración ni desde la nostalgia, sino desde un compromiso honesto, crítico y académico. Frente a los enfoques técnicos y burocráticos de la acreditación, propongo una mirada más humana: entender la calidad desde su dimensión social y ética, como una relación viva entre universidad, estudiantes y sociedad.

  1. Desarrollo

2.1. El licenciamiento como herida y espejo

Cuando la SUNEDU denegó el licenciamiento a la UJCM en 2021, no fue simplemente una noticia más. Para quienes estudiamos ahí, fue un golpe simbólico. Sentimos que se cuestionaba la validez de lo aprendido, el valor de nuestro esfuerzo. Sin embargo, más allá del dolor inicial, ese momento también puede verse como un espejo. Un espejo que muestra las debilidades de un modelo universitario que durante años prefirió sostenerse como institución antes que repensarse como proyecto pedagógico.

Según el informe de la SUNEDU (2021), la universidad “no evidenció condiciones básicas de calidad para brindar el servicio educativo superior universitario” (p. 5). Esa afirmación debería llevarnos a un análisis más profundo: ¿por qué no se alcanzaron esas condiciones? ¿Hubo resistencia interna al cambio? Resulta paradójico que una universidad que lleva el nombre de Mariátegui, un pensador radical y crítico, no haya logrado sostener una cultura institucional de evaluación crítica.

2.2. De la autoevaluación formal a una autorreflexión real

En teoría, la autoevaluación está pensada como el corazón del proceso de mejora. Así lo indica el Modelo de Acreditación del SINEACE (2021), al describirla como “participativa, reflexiva, contextualizada y orientada a la mejora” (p. 11). Pero en la práctica, lo que muchas veces ocurre es una simulación técnica. Se llena un informe, se recopilan datos, se redactan fortalezas y debilidades… pero no necesariamente se toma una postura ética frente a los hallazgos.

Lo que ha faltado, más que información, es una disposición sincera al cambio. En palabras de Foucault, una voluntad de verdad. La UJCM tuvo avances, sí, pero lo que no consiguió fue construir espacios estables de diálogo crítico entre sus propios actores. Y sin esa voluntad de mirarse a fondo, la autoevaluación termina siendo solo un trámite.

2.3. Acreditación social: una mirada más ética y comprometida

La acreditación social no es un concepto administrativo, sino un principio filosófico y político. Es el reconocimiento que la sociedad otorga a una universidad no por sus papeles, sino por su capacidad de formar sujetos éticos, libres y comprometidos. Como sostiene Carrera Realpe (2021), “la calidad académica no puede disociarse de la responsabilidad social universitaria, porque el saber sin compromiso es un saber vacío” (p. 95).

En esa misma línea, siguiendo al Dr. Ángel Benito Mogrovejo Flores, docente e investigador especializado en autoevaluación y acreditación, la implementación de calidad educativa no puede entenderse sin una auténtica dimensión ética en los procesos de evaluación. Esto refuerza la idea de que los criterios técnicos deben estar siempre sustentados por valores morales y responsabilidad social.

En el caso de la UJCM, el licenciamiento negado no significa que la universidad carezca de historia o mérito. Pero sí invita a cuestionar cuánto de su acción institucional estuvo alineada a los fines trascendentes de la educación. Como señala SINEACE (2022), uno de los principales obstáculos para lograr calidad educativa es «la falta de liderazgo pedagógico y la escasa participación de los actores educativos en la gestión» (p. 19).

2.4. Crítica amorosa y camino hacia la reconstrucción

Sé que hablar críticamente de una universidad donde uno se formó puede no ser fácil. Pero también sé que el amor verdadero no evita la crítica, sino que la impulsa. Lo que aquí propongo no es un distanciamiento, sino una forma de fidelidad. Una fidelidad activa, que busca mejorar.

Como plantea Paz García (2016), una verdadera gestión de calidad debe traducirse en coherencia entre lo que se dice y lo que se hace (p. 77). Esa es la gran deuda pendiente: que nuestras palabras institucionales no se queden en el discurso, sino que se encarnen en nuestras acciones.

  1. Conclusión

La historia reciente de la Universidad José Carlos Mariátegui no debe verse como un capítulo cerrado, sino como una oportunidad de transformación. El verdadero sentido de la calidad no está en los informes, sino en la capacidad de una universidad para ser justa, veraz y coherente con el bien común. Replantear la calidad desde una perspectiva ética y filosófica es un paso urgente si queremos que nuestras universidades sean verdaderas conciencias críticas del país.

Como maestrando, esta reflexión nace no del pesimismo, sino de la esperanza. Creo en la educación que se atreve a mirarse y a reconstruirse. Que este artículo sirva como un llamado a no dejar de pensar, cuestionar y proponer. Porque toda institución puede mejorar si acepta el desafío de cambiar desde adentro.

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