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22 junio, 2025 5:29 pm

Educar a los niños refugiados es construir un mañana esperanzador

Educar a cada niño refugiado es sembrar dignidad y construir puentes hacia un mundo más justo.

POR: DAVID AURIS VILLEGAS

Si un día amaneciera con una turba violenta, enviada por algún político corrupto, destruyendo mi hogar por haberlo denunciado en mi columna, me vería obligado a huir con mi familia, convertido en un refugiado. Dejaría atrás mi vida y mi país para enfrentar los desafíos de una tierra extraña cuyo idioma desconozco, lo que además dificultaría el acceso de mis sobrinos a la educación, afectando gravemente su desarrollo.

Pese al progreso científico y los logros tecnológicos, seguimos sin aprender a convivir con respeto y tolerancia democrática. Las guerras, los conflictos sociales y los fanatismos religiosos y políticos —como los que enfrentan Rusia y Ucrania, Israel e Irán, o en regiones como Siria, Sudán, Haití, Venezuela y otras— continúan obligando a millones a dejarlo todo, superando incluso los desplazamientos de la Segunda Guerra Mundial.

Esta situación refleja una profunda crisis de humanidad, que golpea con mayor intensidad a los más pequeños, quienes encarnan la continuidad de nuestra especie. Para reflexionar sobre esta realidad y rendir homenaje a quienes se ven forzados a migrar, desde 2001 se conmemora cada 20 de junio el Día Mundial del Refugiado. Esta fecha, promovida por las Naciones Unidas junto al ACNUR, también busca visibilizar el coraje, la capacidad de superación y la contribución de estas personas en las comunidades que los reciben.

Según estimaciones de Unicef, ACNUR y otras entidades, en 2024 cerca de catorce millones de menores refugiados —una cifra superior a toda la población de Bolivia— carecerán de acceso a la escolarización, por causa del rechazo, la exclusión y múltiples obstáculos. Sin embargo, su perseverancia nos recuerda que aprender es un derecho esencial, como subraya António Guterres, secretario general de la ONU.

Ante este desafío, la inteligencia artificial y las herramientas digitales pueden ofrecer soluciones educativas adaptadas, fomentando aprendizajes sensibles y culturales que acerquen a la realidad del estudiante refugiado. Los Estados deben asegurar sistemas formativos, gratuitos, equitativos y accesibles para todos, invirtiendo en proyectos plurilingües y en la promoción de los derechos humanos.

Asimismo, es fundamental impulsar saberes éticos, científicos y humanísticos que preparen a las nuevas generaciones, promoviendo un aprendizaje cooperativo e intercultural, con el propósito de construir un porvenir compartido y solidario, haciendo que el otro se sienta verdaderamente acogido en casa.

Educar a cada niño refugiado es sembrar dignidad y construir puentes hacia un mundo más justo. Solo así forjaremos un mañana más luminoso y esperanzador para todos.

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