POR: ING. AVID ROMAN-GONZALEZ
Uno de los errores más comunes al evaluar la productividad científica de las universidades es comparar exclusivamente el número total de publicaciones sin considerar el tamaño de la institución. Esta práctica termina favoreciendo a las universidades más grandes —con más estudiantes, docentes e infraestructura— y deja en desventaja a las universidades más pequeñas, que, en proporción, pueden tener un desempeño investigativo sobresaliente.
Frente a esta limitación, la incubadora de investigación Business on Engineering and Technology S.A.C. (BE Tech) presentó, por sexto año consecutivo, el Ranking BE Tech 2025, una clasificación que busca una evaluación más equitativa del esfuerzo investigativo. Este ranking, publicado el pasado 23 de mayo, utiliza como indicador principal el número de artículos científicos indizados en SCOPUS por cada 1,000 estudiantes matriculados.
Los resultados son reveladores (ver tabla). En el primer lugar se encuentra la Universidad Peruana Cayetano Heredia, con 86,37 publicaciones por cada 1,000 estudiantes, consolidando su liderazgo científico. Le sigue, en un sorprendente segundo lugar, la Universidad Nacional Autónoma Altoandina de Tarma, que con solo 600 estudiantes y 37 publicaciones en 2024, logra una destacada eficiencia investigativa. En el quinto lugar se ubica la Universidad Nacional de Moquegua con 47,01 publicaciones por cada 1,000 estudiantes, y cerrando el Top 10, la Universidad Nacional Tecnológica de Lima Sur con 32,16 publicaciones por cada 1,000 estudiantes.
El análisis histórico del ranking muestra cómo instituciones como la UNAAAT de Tarma han escalado rápidamente posiciones gracias a su tamaño reducido y un enfoque en la investigación. También destaca el crecimiento sostenido de universidades como la UNAM de Moquegua y la UNTRM de Amazonas. En contraste, aunque universidades como San Marcos y la PUCP producen una gran cantidad total de artículos, su gran población estudiantil reduce su ratio de productividad por estudiante.
Este ranking evidencia que la investigación no debe medirse solo en volumen absoluto, sino en relación con los recursos y la comunidad académica disponible. Promueve así una mirada más justa y proporcional, incentivando a todas las universidades —grandes o pequeñas— a fortalecer sus políticas de promoción de la investigación.