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29 mayo, 2025 5:02 am

Día de la educación inicial

La verdadera educación inicial no se basa en objetos costosos ni en tecnologías sofisticadas, sino en la construcción de experiencias compartidas

POR JESÚS MACEDO GONZALES

Cada 25 de mayo celebramos el Día de la Educación Inicial, una fecha de especial relevancia que nos invita a reflexionar sobre la importancia de los primeros años de vida en el desarrollo integral de los niños y niñas de 0 a 5 años. Esta etapa, considerada por la ciencia como una de las más determinantes en la vida humana, marca profundamente el camino del aprendizaje, la inteligencia emocional y la construcción de la identidad personal.

Durante este periodo, las conexiones neuronales —conocidas como sinapsis— se desarrollan a gran velocidad, estableciendo la base sobre la cual se construirá todo el potencial cognitivo, afectivo y social del individuo. Aunque todos nacemos con un número similar de neuronas, es la calidad y cantidad de estas conexiones lo que define la capacidad de aprendizaje a futuro. Estas conexiones no se forman solas: necesitan estimulación, tanto interna como externa.

La estimulación interna, en este contexto, está íntimamente ligada a la nutrición. En nuestro país, se han implementado políticas públicas que promueven la suplementación con hierro en niños menores de tres años, como una medida preventiva contra la anemia y los trastornos del desarrollo cognitivo. Además, se alienta a las familias a incluir en la alimentación diaria alimentos ricos en hierro como la sangrecita, el pescado, el hígado de pollo o las lentejas. Así, la nutrición se convierte en una forma concreta de amar, cuidar y potenciar el desarrollo infantil desde el hogar.

Por otro lado, la estimulación externa —igual de crucial— se da a través del vínculo afectivo que el niño o niña establece principalmente con sus padres. La voz, el contacto, el juego y el afecto son formas poderosas de conexión emocional y aprendizaje. Un ejemplo profundamente humano lo relata un amigo que había estudiado en el extranjero, y que decidió hablarle en inglés a su hija desde el vientre materno. Al nacer, en el momento en que la bebé lloraba después que le cortaron el cordón umbilical, el papá le dijo a su bebé: “Baby, quiet, I am here” (bebé tranquila, yo estoy aquí). Este sencillo, pero poderoso gesto nos recuerda que el amor y la presencia constante de los padres comienzan incluso antes del nacimiento.

En ese sentido, una de las maneras más sencillas —y al mismo tiempo más profundas— de estimular a nuestros hijos es a través del juego compartido. Cantar con ellos, pintar, armar rompecabezas o simplemente tirarse al suelo para explorar el mundo juntos, son actos de amor que construyen la autoestima y la confianza. Los niños no nacen con autoestima: esta se forma con cada gesto, palabra y mirada de reconocimiento que reciben. Un “qué bonito tu dibujo” o un “¡qué bien que armaste tu rompecabezas!” son mensajes que les enseñan que son valiosos, capaces y amados.

Muchas veces, como adultos, caemos en la trampa de regalar juguetes para entretenerlos a distancia, cuando lo que más necesitan los niños es nuestra atención y nuestra compañía. La verdadera educación inicial no se basa en objetos costosos ni en tecnologías sofisticadas, sino en la construcción de experiencias compartidas. Los mejores juegos suelen surgir de la creatividad con lo que hay en casa: una caja de fósforos, chapitas o retazos de tela pueden convertirse en maravillosos mundos imaginarios. Lo importante es estar presentes.

Por eso, el Día de la Educación Inicial no debe limitarse a un saludo o un reconocimiento a las docentes —quienes desempeñan una labor invaluable—, sino que debe extenderse a las familias, especialmente a los padres y madres. Es un llamado a preguntarnos: ¿Qué estoy haciendo para educar emocional e intelectualmente a mi hijo o hija? ¿Estoy jugando con él, conversando, cantando, abrazándolo? ¿O estoy dejando que el celular se convierta en su único compañero?

Análisis & Opinión