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9 marzo, 2025 3:33 pm

Fabla Salvaje y la cultura domesticada

La reciente amenaza de denuncia penal por "falsedad genérica" contra la librería Fabla Salvaje de Arequipa, por el simple uso de un logo institucional en la difusión de una actividad cultural, no es un acto administrativo rutinario, sino una muestra de amedrentamiento con olor a censura.

POR: GUSTAVO PINO     

El Ministerio de Cultura vuelve a fallar, esta vez con una maniobra torpe y autoritaria que solo confirma lo que muchos sospechábamos: su compromiso con la cultura es selectivo y condicionado. La reciente amenaza de denuncia penal por «falsedad genérica» contra la librería Fabla Salvaje de Arequipa, por el simple uso de un logo institucional en la difusión de una actividad cultural, no es un acto administrativo rutinario, sino una muestra de amedrentamiento con olor a censura.

La Librería Fabla Salvaje ha sido beneficiaria de un estímulo económico para la implementación y mejora de librerías, lo que hace aún más absurdo que se le persiga con una advertencia pública que la estigmatiza. ¿Desde cuándo la difusión de actividades culturales se convirtió en un delito? Si bien existen normativas sobre el uso de símbolos institucionales, la reacción del Ministerio es desproporcionada y delata su incomodidad con un espacio que no se pliega al discurso oficialista ni a la cultura inofensiva y estéril que algunos burócratas prefieren promover.

La acusación surge apenas horas después de la presentación del libro Violencia de Estado en el Perú, realizada el 27 de febrero en un evento en la librería. Mientras que el Ministerio argumenta que la librería empleó el logo sin autorización, Fabla Salvaje actuó conforme a lo estipulado en la Resolución Directoral N° 000722-2024-DGIA/VMPCIC/MC y en el acta de compromiso firmada con el Ministerio. El comunicado oficial del Ministerio señala la posibilidad de acciones legales por falsedad genérica, alegando que el logo fue utilizado en material publicitario y redes sociales sin permiso. Sin embargo, el acta de compromiso, en su Cláusula Sexta, establece que los beneficiarios deben otorgar crédito al Ministerio en sus materiales de difusión. Entonces, el uso del logo no solo era previsible, sino que formaba parte de las condiciones establecidas.

Frente a este atropello, diversas organizaciones han alzado su voz de protesta. Las Editoriales Independientes del Perú (EIP) y la Asociación Peruana de Librerías Independientes (APLI) han expresado su profunda preocupación por la reacción desmedida del Ministerio de Cultura, señalando que esta medida no solo afecta a Fabla Salvaje, sino que también genera incertidumbre en todo el ecosistema del libro. Su pronunciamiento es un llamado de atención ante lo que parece un intento de amedrentamiento a quienes promueven debates críticos en el espacio público.

No olvidemos que la Constitución Política del Perú garantiza la libertad de expresión sin censura previa y que los tratados internacionales suscritos por el Estado, como la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, protegen el derecho a difundir ideas y opiniones sin temor a represalias. Sin embargo, el Ministerio de Cultura parece operar con una lógica distinta, una donde la cultura debe ser dócil, controlada y alineada con su aparato burocrático. La Política Nacional de la Lectura, el Libro y las Bibliotecas 2030, que este mismo ministerio promueve, enfatiza la importancia de fortalecer ecosistemas culturales libres y democráticos. ¿Cómo conciliar ese discurso con actos intimidatorios como este?

No es la primera vez que vemos este tipo de estrategias para silenciar espacios independientes. No es censura directa, pero sí una forma velada de disuasión. El mensaje es claro: si no te alineas, te complicamos la existencia. ¿Qué sigue? ¿Exigir autorización previa para que una librería haga su programación? ¿Multar a escritores por utilizar términos incómodos para la oficialidad? El peligro de estas acciones no es solo el daño inmediato a Fabla Salvaje, sino el precedente que sienta para cualquier otro actor del ecosistema del libro.

No se puede defender la cultura mientras se castiga a quienes la impulsan. No se puede hablar de democracia cultural cuando se intimida a librerías independientes. Si algo nos enseña esta situación es que la verdadera cultura, la que incomoda y cuestiona, siempre será vista como un peligro por quienes prefieren la uniformidad y el silencio. Fabla Salvaje merece nuestro respaldo. La cultura, para ser libre, debe ser indomable.

Análisis & Opinión