POR: DR. PHD JAVIER FLORES AROCUTIPA
Este caso parece sacado de RIPLEY: el gobernador de Áncash, Koki Noriega Brito, ha sido elegido presidente de la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales (ANGR). Lo curioso y preocupante es que este mandatario regional ostenta el dudoso honor de ser el peor presidente regional del Perú en términos de gestión presupuestal.
Durante el 2024, su gestión solo logró ejecutar el 45.9% de su Presupuesto Institucional Modificado (PIM) destinado a inversiones. De los 585 millones de soles transferidos por el gobierno central a la región Áncash, apenas se devengaron 268 millones, dejando un saldo de 316 millones de soles sin invertir debido a ineficiencias en la administración pública. Esto posiciona al Gobierno Regional de Áncash en el último lugar entre las 26 regiones del país.
¿UN CASO AISLADO? NO
En el 2023, la situación no fue diferente. Ese año, Koki Noriega apenas ejecutó el 39.3% del PIM de inversiones, mientras regiones como Amazonas alcanzaron un 93.9% de ejecución y Arequipa un 90%. En contraste, el 2024 mostró que regiones como Junín lograron ejecutar el 100% de su PIM, y otras como Ucayali, Amazonas y Tacna superaron el 98% de inversión.
¿POR QUÉ LO ELIGIERON PRESIDENTE DE LA ANGR?
La pregunta es inevitable: ¿cómo es que un gobernador con un récord tan cuestionable fue elegido presidente de la ANGR? ¿Se trata de un cargo técnico, político o incluso fraudulento? Todo apunta a que la elección no refleja los méritos necesarios para liderar una institución de este tipo, dado que la población espera resultados en forma de obras y bienestar social, no justificaciones de ineficiencia.
¿Acaso la gobernadora de Moquegua, Gilia Gutiérrez, forma parte de esta comparsa? La respuesta parece clara: muchos de los actuales gobernadores comparten la característica de ser ineficientes en la ejecución del gasto público. Ante este escenario, eligieron a Koki Noriega como su representante.
¿ASÍ DE MAL ESTAMOS?
La elección de un presidente de la ANGR debería basarse en resultados y capacidad de gestión, pero este caso pone en evidencia las falencias del sistema político y administrativo en el Perú. La población sigue esperando un liderazgo eficiente que priorice el desarrollo y el bienestar social. Mientras tanto, el Perú parece hundirse en un mar de ineficiencia y falta de responsabilidad en la gestión pública.
