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24 diciembre, 2024 8:21 am

¿John Larry Coayla es competente?

“En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta alcanzar su nivel de incompetencia. a cortar.” – Laurence J. Peter.

POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ    

Quiero empezar este artículo, precisando que no conozco al actual alcalde de la provincia Mariscal Nieto, pudiendo incluso decir que le tengo simpatía, porque algo me recuerdan a los Tortugas Ninja, sobre todo al favorito de mis hijos, él denominado Miguel Ángel en homenaje al genial pintor, escultor, arquitecto e ingeniero italiano del Renacimiento, que en las viñetas, dibujos y películas era el más estereotipado del equipo. Miguel Ángel es un bromista de espíritu libre, relajado, bobo y travieso, conocido por su amor a la pizza y su carácter bondadoso.

Sin embargo, nuestro alcalde provincial don John Larry, al igual que otras tantas autoridades a lo largo y ancho de nuestra Moquegua y el Perú, destacan no solo por parecerse a otros tantos personajes de historieta, sino por la incapacidad que los hace tener los rasgos que Peter señalo en su ya clásico libro denominado “Los principios de Peter,” sobre todo cuando señala que este principio no solo puede ser aplicable al mundo empresarial, sino que también podría observarse, por ejemplo, en la política. Esto, en vista de que existen personas con importantes cargos públicos que han llegado ahí, incluso siendo incompetentes como podemos tristemente Moquegua e Ilo, observar, escuchar y sufrir.

En los próximos años, la región de Moquegua se encuentra ante una oportunidad histórica: la llegada de ingentes recursos económicos que podrían transformar el panorama social y económico de la región. Sin embargo, este potencial se ve amenazado por la falta de visión de las autoridades locales y la corrupción que, lamentablemente, ha sido un mal endémico en la política peruana. En Moquegua, donde la pobreza y el desempleo son problemas persistentes, la planificación debe ser integral y sostenible. Las decisiones que tomen los alcaldes en los próximos años determinarán el futuro de la región. Pero planificación que debería ser desarrollada con el apoyo de las entidades privadas, sobre todo las mineras, donde se encuentran los mejores profesionales y que deben si o si comprometerse con el desarrollo de la región.

La colaboración interinstitucional es esencial para maximizar el uso de los recursos disponibles. Esto no solo potenciará el uso de los recursos, sino que también fomentará un ambiente de confianza y cooperación entre las distintas instancias del Estado y las empresas privadas.

Sin embargo, a pesar de estas obligaciones, responsabilidades y recursos, la realidad en Moquegua es preocupante. Muchas autoridades parecen más preocupadas por sus propios intereses que por el bienestar de la comunidad. La falta de visión y la incapacidad para gestionar adecuadamente los recursos son evidentes. En lugar de aprovechar la llegada de fondos para impulsar el desarrollo de la región, algunas autoridades se ven envueltos en escándalos de corrupción que solo generan desconfianza y frustración en la población.

Ante esta situación, es necesario cuestionar la idoneidad de aquellos que ocupan cargos de responsabilidad. La incompetencia y la corrupción no pueden ser toleradas en un momento en que Moquegua tiene la oportunidad de crecer y desarrollarse. Por ello, me permito hacer un llamado a todas las autoridades y en particular al alcalde moqueguano, para que reflexionen sobre su papel en la sociedad. Si no están dispuestos a cumplir con sus obligaciones y a trabajar por el bienestar de la población, lo más responsable sería renunciar a sus cargos.

Renunciar no debe verse como un signo de debilidad, sino como un acto de responsabilidad y coherencia. La región necesita líderes comprometidos, capaces de poner los intereses de la comunidad por encima de los personales. La renuncia del alcalde podría abrir la puerta a una nueva gestión que busque la transparencia, la eficiencia y la participación ciudadana en la toma de decisiones. Y sobre todo, hacer de Moquegua una ciudad bella antes que grande, donde los sueños colectivos se hagan realidad y no haya lugar al pan (pisco) y circo que año tras año se realizan en la sala de nuestra ciudad, –léase Plaza de Armas–, donde desde hace varios lustros parece en ciertas fechas ser una sucursal de un  mercado, algo que jamás veremos en Arequipa o Tacna, (por citar dos ciudades) , donde se respeta el principal espacio cívico, porque nuestras autoridades se limitan además se limitan a vivir de las glorias pasadas, obviando analizar lo que somos y lo que podemos llegar a ser.

Análisis & Opinión