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26 diciembre, 2024 7:18 pm

Moqueguanos en Ayacucho

Varios historiadores han señalado que la guerra por la independencia en nuestro país tuvo las características de una guerra civil. Los ejércitos en lucha de ambos bandos estaban formados por peruanos. El pueblo por el que pasaban las milicias no se salvaba de la exacción y leva forzosa.

POR: GUSTAVO VALCÁRCEL SALAS    

El triunfo en la batalla de Ayacucho selló definitivamente la independencia del Perú y Sudamérica.

El virreinato del Perú era el más importante, y el ejército que lo resguardaba, el más poderoso. Ello explica que primero se liberara el norte y el sur, con movimientos que se fueron presentando desde 1810.

Independizadas las Provincias Unidas del Río de la Plata, luego Chile bajo el mando de San Martín; y por el norte, Caracas y Bogotá, con el liderazgo de Bolívar. Ambos genios tenían como meta derrotar al poderoso ejército realista concentrado en el Perú. La victoria era la única garantía de la libertad del continente.

Varios historiadores han señalado que la guerra por la independencia en nuestro país tuvo las características de una guerra civil. Los ejércitos en lucha de ambos bandos estaban formados por peruanos. El pueblo por el que pasaban las milicias no se salvaba de la exacción y leva forzosa.

Con la presencia de San Martín, en la exitosa campaña que por el sur libró Miller, se unieron al ejército libertador Bernardo Landa, Agustín Zapata, Mariano Portocarrero, Narciso Tudela Pinto, Domingo Nieto, entre otros cuyos nombres la historia conoce como el soldado desconocido. A su anónimo sacrificio es a quienes más debemos la victoria.

Algunos de ellos continuaron en las campañas a Intermedios, se batieron en Torata y Moquegua. Una interesante relación de abnegados moqueguanos en estas campañas hizo Tomás Landa, reclamando medallas para ellos y que en ocasiones anteriores hemos dado a conocer.

De quienes tenemos noticias precisas que tomaron parte en la campaña libertadora desde el primer momento son Domingo Nieto y Narciso Tudela Pinto.

Nieto, en Ayacucho, fue edecán de José de la Mar; de él recibió elogios en el parte de guerra por la valerosa actuación que tuvo en el campo de batalla. La trayectoria de Nieto la hemos difundido y la conocemos ampliamente. La historiadora Carmen McEvoy lo llama con justicia “el primer soldado de la república”. Quien arriesgó la vida por darnos una patria libre, luchó con el mismo denuedo para consolidar la república bajo los principios de respeto a la ley y de una conducta honesta en el manejo de los recursos públicos cuando le fueron confiados como jefe del Ejército. Un ejemplo vigente.

La trayectoria de Narciso Tudela Pinto es muy parecida a la de Nieto. Nació en 1803, al igual que Nieto; se unió al ejército patriota en Lima y bajo el mando de Miller tomó parte en Mirave (1821) y en las siguientes acciones de Moquegua y la Calera. Regresó en 1823 en las campañas a Intermedios, batiéndose en Torata, Moquegua con Rudecindo Alvarado; y, medio año después, en esta ocasión con Santa Cruz, en Zepita. Con la llegada de Bolívar, saboreó el éxito en Junín y se cubrió de gloria en Ayacucho. Después radicó en Huamanga, donde falleció retirado de la vida pública. Él merece también nuestro reconocimiento público.

En Junín y Ayacucho, el ejército patriota estaba conformado básicamente por soldados de la Gran Colombia y peruanos. Así como en las campañas preliminares por bonaerenses, chilenos y peruanos. Hubo también combatientes de otras nacionalidades. Ello se explica porque aquí, en suelo peruano, se jugaba el destino de todos. Lo dijo con claridad Sucre: “De los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur”. Lo que no debe perderse de vista es que el costo de esta gran guerra, que liberó al continente, y sus duras consecuencias, la asumió completamente el pueblo peruano.

Análisis & Opinión