POR: GUSTAVO VALCÁRCEL SALAS
Estamos celebrando el aniversario de la fundación española de nuestra ciudad, la efeméride más importante del año en nuestro nutrido calendario cívico, que conmemoramos con el mayor entusiasmo y unánime fervor desde hace apenas ocho décadas, a pesar de ser un suceso de hace cuatro siglos.
Con la llegada de los españoles se formaron pueblos, fundaron villas y ciudades a la usanza occidental. A nuestras raíces nativas se suman el idioma, la religión, la escritura, la rueda, el trigo, la vid, el olivo, el caballo, el buey, y una gran diversidad de animales y plantas, que dan origen a una nueva cultura, la nuestra, la de hoy, fecundo mestizaje del que provenimos todos nosotros.
La fecha de inicio de este mestizaje es el de la fundación española de la villa, allí su importancia. En el caso de Moquegua, inicialmente se forman dos pueblos de españoles. El de San Sebastián de Escapagua, donde hoy está el aeropuerto; y el de Santa Catalina de Moquegua. Al crearse la Audiencia de Charcas en 1559, el límite entre la Audiencia de Lima y la de Charcas era el río Moquegua, de modo que los de Escapagua dependían de Lima y los de Moquegua de Charcas, que se llamó Alto Perú.
Cuando estos pueblos crecen, en 1611 se comprometen en unirse en Moquegua, depender de Lima y solicitan al virrey la fundación de una villa española.
Pero no tardan en surgir discrepancias, cada uno pide ser la sede de la villa a fundarse, donde debía unirse el otro.
Al llegar el virrey Francisco de Borja y Aragón, príncipe de Esquilache, les da la razón a los de Escapagua. Dispone que sea elevado a villa con el nombre de San Francisco de Esquilache el 6 de junio de 1618, y ordena que los moqueguanos se trasladen.
Los moqueguanos se negaron a obedecer, pedían que se respete el acuerdo que voluntariamente firmaron en 1611. Continuaron los pleitos.
Llega el nuevo virrey, Diego Fernández de Córdova, marqués de Guadalcázar. En 1625 decide que el convenio firmado debía respetarse. Dispone la fundación de la villa Santa Catalina de Guadalcázar de Moquegua y deja sin efecto la de San Francisco de Esquilache, que empezó a conocerse como Alto de la Villa, como se le conoce hasta hoy. Fundación confirmada por el rey en 1629. Amabas actas se perdieron en un incendio del cabildo en 1728.
En la colonia y en la república no se festejaban los aniversarios de las fundaciones de villas y ciudades, por lo que pasó al olvido; se daba mayor importancia a las festividades religiosas, como la de Santa Catalina de Alejandría que era el 25 de noviembre.
Solo cuando Arequipa conmemora el IV centenario de su fundación española en 1940, lo que le permitió como regalo importantes obras públicas, los moqueguanos de entonces vieron en esa ocasión la oportunidad de que la ciudad de Moquegua gozara de los mismos beneficios.
Nuestra ciudad estaba sumida en el más completo olvido, acumulaba una serie de catástrofes en solo treinta años. El cataclismo de 1868 que destruyó la ciudad; la guerra del 79 y su terrible secuela; cinco años después la filoxera traída de Francia que arrasó con los viñedos y la producción de vinos y licores; las terribles inundaciones de 1900, seguida de una implacable sequía de cinco años. Se llegó al siglo XX en medio de la más aguda crisis social y económica que padeciera la ciudad, sin que el gobierno contribuyera en paliarla.
Fue así como se acordó que Attilio Minuto, el intelectual más reconocido de la época, fundamentara la fundación española, que se consideraba fue cercana a la de Arequipa. Con los fundamentos históricos que esbozó Montenegro y Ubaldi, llegó a la conclusión que la villa de Moquegua se fundó el 25 de noviembre de 1541. Por tal motivo la ciudad fue homenajeada en el Congreso y se dispuso una serie de obras públicas en todo el ámbito departamental. Ese era el objetivo, que la ciudad recibiera una participación en el presupuesto.
Desde entonces se conmemora el aniversario de nuestra ciudad como si hubiera sido el 25 de noviembre de 1541.