POR: ANGÉLICA ESPINOZA ORTIZ
Cuando estaba en primero de secundaria, apenas tenía 12 años y era una niña muy amable y tímida con personas nuevas. Me mantenía callada hasta conocer a alguien con quien sintiera esa atracción que nos uniera a una hermosa amistad. Durante ese año, mientras experimentaba la dulce y amarga experiencia de iniciar una nueva etapa de mi vida, conocí a una compañerita que era la más alta y fuerte de todas las que estábamos allí, de iniciales PPM. Por lo tanto, ella tenía el poder de dirigirnos, cuidarnos y unirnos para armar un excelente grupo; sin embargo, en este caso no fue así.
Ella se unió con dos niñas que eran relativamente altas y lindas. Les gustaba sentirse dueñas de todo, especialmente de los chicos más atractivos o «de moda» en la escuela secundaria. En realidad, ella me temía porque pensaba que yo era su gran rival por ser hermosa. La forma en que activó su mecanismo de defensa fue atacándome, usando ofensas en mi contra, donde su postura física buscaba imponerse sobre mí, mostrando su tamaño y fuerza, pero sobre todo una forma agresiva que había aprendido como método de defensa cuando se sentía amenazada.
Tenía algunos malos tratos hacia mí, como insultos, mofas e incluso hablarme de manera aterradora. Esto es algo que muchos niños y niñas han sentido cuando alguien que ha sido maltratado busca a quién maltratar, alguien a quien considera más débil que él o ella. Esto puede ser alguien muy callado, tímido o simplemente incapaz de defenderse, que solo escucha y obedece. Estas personas, que crecieron en un sistema agresivo de trato, si no buscan ayuda —lo cual es difícil porque rara vez son conscientes de lo que hacen— perpetúan ese patrón. Los padres, aunque lo noten, muchas veces hacen caso omiso por el «qué dirán», por evitar problemas, exponerse o gastar su valioso tiempo en algo que consideran más importante, sin saber el daño que están creando y criando.
¡Cuánto daño hacen a una nueva sociedad! Esas generaciones de maltratadores luego se convierten en adultos que continúan haciendo lo mismo con sus nuevas familias, o encuentran a alguien que les hace lo mismo, volteando la situación, o simplemente se vuelven corruptos que buscan poder para seguir ejerciendo ese tipo de dominio.
Siempre hay formas de mejorar, siempre hay una nueva oportunidad para cambiar; no todo está dicho mientras tengamos vida. Todo es posible. Si conoces a alguien así, asegúrate de que busque orientación. Y si eres tú, busca ayuda por tu bienestar, porque esto, en el fondo, solo conduce a una vida miserable, donde terminas quedándote solo(a), y las personas que están contigo lo hacen solo por tu dinero o tus influencias.