POR: MG. GLORIA IVONY MAYNAS ESPÍRITU [*]
Un latido bombardea mi corazón mientras paso por tus calles que fueron limpiadas con tu esfuerzo. Pero ¿quién valora eso? ¿Quién dice: ¿respiro a limpieza y a orden gracias a tu existencia, respetado hombre y mujer de limpieza? No es pecado convertir a los barrenderos en invisibles, pero recuerda que Dios es un barrendero que limpia los pecados de todos los que pedimos ser vistos.
Una mañana, caminaba muy apurada hacia mi centro de trabajo y de pronto me detuve cuando vi a una señora limpiando las calles por donde yo pasaba y vino a mí el recuerdo de mi madre y del futuro que luego me esperaba. Mi madre una mujer iletrada, alejada de la suerte que pudo tener de los suyos aprendió a enfrentarse con sus habilidades adquiridas durante los años de vida y una de ellas era la de ser la mejor barrendera, ella limpiaba las calles de la provincia de Padre Abad, Aguaytía en horas de la madrugada, y me involucraba en sus actividades como “apoyo”, lo que quedó grabado eternamente en mi memoria. La veía tan exquisita al limpiar las calles, cada rincón, cada espacio, era inevitable que algo sucio se le quedara. Años después, al cumplir mi mayoría de edad, mi primer trabajo en el sector público fue la de barrendera en la provincia de Ilo. “¡Sálvame, Dios de los pasos de la vergüenza pública!” era un grito en mi juventud, ante el público crítico y menospreciador. Felizmente, el mameluco y el gorro tapaban mi triste porvenir, pero era lo único que había aprendido a hacer, además de hacer ventas, es por ello que al igual que mi madre también me propuse ser la mejor barrendera.
Oh, ¡qué difícil camino! mientras la escoba va recogiendo la miseria del hombre, horas después esta regresa a su mismo estado. Un mal día o un simple enojo es suficiente para que el hombre no deje de arrojar basura en la calle, y a su vez mantener el ilógico deseo de humillar a la madre Tierra. ¿Será que un impuesto por irresponsable sea suficiente para que deje de botar residuos en la calle? ¿O que la vida se encargue de todo aquel que no valora el esfuerzo del barrendero (a)?
A veces me pregunto ¿qué tienen en la cabeza aquellos que, desde sus automóviles, tiran basura en las calles? Andan como si estuvieran amargados con la vida o la frustración los acompaña siempre. ¿Qué hay en el corazón de los hombres para no querer ver limpia nuestras calles? Querido lector (a), ¿qué harías si ves a alguien tirar basura de su bolsillo mientras camina a tu lado? He visto que la mayoría no hace nada para no ganarse una pelea o simplemente malograrse el día. Entonces, ¿habrá quien haga algo para concientizar a la gente?
Escuché decir entre los rincones: “Los hombres que botan basura en las calles en vez de buscar un tacho de basura no van a cambiar” – a ellos no les importa cuánto se esfuercen los barrenderos para dejar las calles limpias, porque eso viene de la formación de casa – ¿Será esto cierto? y tú, ¿Qué opinas?
Entonces, de ser así – Educa a tus hijos a ser amables y empáticos con los barrenderos, y enséñales donde deben de botar sus residuos. Ser limpio no se trata de ser pobre o rico, se trata de ser educados, de amar a nuestro planeta Tierra, de ser agradecidos con la vida, de amar a Dios y al prójimo.
Para finalizar te invito ser parte de la nueva generación cuyos corazones laten por el bien común de todos y por el respeto y empatía hacia los barrenderos. Un “buen día” – “buenas tardes” etc. no hará que se humillen ante ellos, pero harán que Dios se rinda ante tan noble gesto de amor, no solo al prójimo, sino a nuestro planeta Tierra, que se nos otorgó para cuidarla. Oh, madre Tierra, bajo tus cielos debemos aprender a caminar, con las manos limpias y corazones nobles, como el sol en su esplendor. Que tu suelo sagrado nos enseñe la paciencia, la que nos permite ver el valor en cada barrendero que arrastra su escoba por las calles. Que el amor por nuestro planeta Tierra nos impulse a cuidar, a respetar cada rincón de tu ser, pues los barrenderos, más que invisibles, son los guardianes de tu pureza.
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