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24 noviembre, 2024 2:36 am

Autoexplotación y cansancio en la era del extractivismo, según la visión de Byung-Chul Han

Han sostiene que “la explotación a la que uno mismo se somete es mucho peor que la externa” (Han, 2015, p. 16).

POR: GUSTAVO PINO    

En Moquegua, los titulares hablan de crecimiento. De regalías millonarias y exportaciones récord de cobre. Pero lo que nadie se atreve a decir es que este crecimiento es una trampa. Un espejismo que oculta una realidad mucho más cruda: la de una región que se agota, que se explota a sí misma en nombre de un progreso que nunca llega. La minería, que prometía desarrollo, ha resultado ser una mordaza de autoexplotación, como la que describe Byung-Chul Han en “La sociedad del cansancio”.

Han sostiene que “la explotación a la que uno mismo se somete es mucho peor que la externa” (Han, 2015, p. 16). Y eso es exactamente lo que vemos en Moquegua. La fiebre minera, disfrazada de modernidad, no solo devora sus montañas y aguas, sino también el espíritu de su gente. Nos dicen que la minería es la única vía para el progreso. Que sin ella no habría desarrollo, empleo ni futuro. Y como un mantra repetido, los moqueguanos han aceptado esta narrativa, explotando sus recursos y sus vidas al ritmo frenético del extractivismo.

Pero, ¿quién se atreve a decir que este modelo solo está cavando nuestra propia tumba? En Moquegua, cada tonelada de cobre extraída representa algo más que cifras en una hoja de cálculo: es agua que se va, suelos que se secan, futuros hipotecados. Han lo describe mejor que nadie: “El sujeto de rendimiento se explota a sí mismo y cree ser libre” (Han, 2015, p. 23). En la minería, la región se somete a un ciclo interminable de saqueo con la ilusión de que eso es progreso, cuando lo que está ocurriendo es una lenta, silenciosa degradación.

Las empresas mineras, con sus discursos de responsabilidad social, hablan de sostenibilidad, de empleo, de tecnología avanzada. Pero no mencionan que las comunidades se están quedando sin agua, que los campos agrícolas se han reducido, que la promesa de desarrollo es tan frágil como el precio de los minerales en el mercado internacional. Y cuando Moquegua haya sido completamente explotada, cuando las vetas se agoten, solo quedará una región exhausta, víctima de su propio éxito.

Asimismo, el mito del progreso minero en Moquegua se parece mucho al mito de Prometeo reinterpretado por Han: “El águila que devora su hígado en constante crecimiento es su alter ego, con el cual está en guerra […] es la figura originaria de la sociedad del cansancio” (Han, 2015, p. 9). En este caso, el águila es la minería que, voraz, consume los recursos de la región, dejando solo cansancio y desgaste. Y cuando el hígado ya no se regenere, ¿qué quedará? Moquegua habrá sido sacrificada en el altar del progreso mal entendido.

La minería en Moquegua no es desarrollo, es autoexplotación disfrazada. Algunos políticos locales la presentan como la solución a todos los males, pero lo que no dicen es que ese desarrollo es insostenible. Que mientras se celebra el crecimiento del PBI, el tejido social de la región se desgarra. Moquegua, como describe Han, está atrapada en una “sociedad de rendimiento” que solo genera agotamiento, depresión y fracaso (Han, 2015, p. 31).

Y cuando finalmente el agua se haya agotado, cuando los campos no puedan producir más, los mineros empacarán y se irán. Los que quedarán aquí, en Moquegua, serán los que siempre estuvieron: las comunidades que lo dieron todo y que recibieron poco o nada a cambio. Las que, habiéndose auto explotado hasta el límite, se darán cuenta demasiado tarde de que el verdadero costo de la minería fue su propio futuro.

Análisis & Opinión