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31 octubre, 2024 11:29 pm

La ética de Calicles

Calicles habría existido en esos tiempos. No se tiene registros acerca de su vida, pero ha entrado a la fama de la historia por una frase descarnada: «Es justo –dijo– que, por naturaleza, los fuertes tengan más que los débiles». En otras palabras, que los más fuertes dominen a los débiles.

POR: EIFFEL RAMÍREZ AVILÉS

Me gusta la ética de los lobos. Me gusta imaginarlos reunirse, digamos, en una asamblea general lupina, en que uno tome la palabra y manifieste su preocupación frente a lo que viene ocurriendo en el mundo. Ese lobo, quizá enhiesto para dar más eficacia a su discurso, con las patas delanteras gesticulantes y la lengua saliente, dice que el mundo está de revés. Dice que las ovejas se han organizado para crear una ley que prohíba devorar. Es hora de denunciar esto, agrega, con éxtasis, aquel lobo, y los demás asienten al unísono. Más o menos así me sabe la ética de Calicles.

En el mundo antiguo, exactamente, en la Grecia antigua, los tiempos eran muy movidos. Lo que nosotros llamamos dictaduras, en ese periodo existían las tiranías, repartidas a lo largo del Mediterráneo. Y si no había tiranía, había la democracia ateniense, que, de estable, tenía poca, porque sufría constantes revueltas y luchas por el poder. Y era la época de los sofistas.

Calicles habría existido en esos tiempos. No se tiene registros acerca de su vida, pero ha entrado a la fama de la historia por una frase descarnada: «Es justo –dijo– que, por naturaleza, los fuertes tengan más que los débiles». En otras palabras, que los más fuertes dominen a los débiles. En otras palabras: el derecho del más fuerte. Es, pues, natural que aquel que tenga poder (físico, intelectual o económico) lo ejerza de manera libre, sin ataduras ni reservas. Si la naturaleza ha dotado a un individuo de un poder, este, por justicia, debe dominar.

Pero Calicles no se queda ahí: señala, además, que las leyes y la moral son inventos de los débiles para contener a los fuertes. Puesto que la naturaleza ha dotado solo a algunos del don de la fuerza, los frágiles, para no verse sometidos a los poderosos, han creado la treta de las reglas morales, del respeto al prójimo, de la igualdad. Los derechos humanos, por ejemplo, en la visión de Calicles, serían una ficción, un artificio de los débiles. En ese sentido, el fuerte –como en aquella asamblea de lobos– debe buscar romper con los límites que refrenan sus impulsos. Y nadie debe sentir vergüenza, porque es algo natural.

¿Es realista la propuesta de Calicles? Ya en la Antigüedad, el historiador Tucídides narró el caso de los melios. La todopoderosa Atenas había enviado una embajada a la isla de Melos, a fin de que esta se le sometiera. Los melios respondieron que eran una ciudad neutral y que no había razón para ser dominados por una potencia extranjera. Los atenienses les dieron un ultimátum y, de paso, una cita de Calicles: no es vergonzoso que el débil acepte la superioridad de otro. Pero los melios se mantuvieron en sus trece y pasó lo que tenía que pasar: el gigante arrasó con el pequeño, que fue un insensato por no aceptar lo que mandaba la naturaleza.

La doctrina de Calicles es la doctrina del poder. He ahí su atractivo, que incluso pensadores tan elogiados, como Friedrich Nietzsche, sucumbieron a ella. Fundida con el darwinismo social, generó la historia de injusticias que es, valgan verdades, la historia de la humanidad. Los discípulos de Calicles cunden hoy, aunque de manera hipócrita, porque dicen al público que respetarán las normas, pero, en privado, preparan invasiones y abusos.

Sin embargo, esta doctrina tiene una falencia insuperable, generada por ella misma: se ahoga en su propio caos, en la anarquía del más fuerte. Es que, en verdad, en una sociedad de amos y esclavos, ni siquiera aquellos tienen seguridad. Frente a un poderoso, no falta otro similar. La filosofía que dice que salvo el poder todo es ilusión es la más autodestructiva de todas y con la que se cava la propia tumba.

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