POR: VICENTE ANTONIO ZEBALLOS SALINAS
Los conflictos arrecian, aquella vieja premisa de “paz y seguridad mundial” en que se asentaba la naciente organización mundial y en la que se cifraban las esperanzas de paz- salíamos de dos guerras mundiales-, han quedado desbordadas; la ONU, hoy es una caricatura de armonía y paz; un empoderado Israel, actúa sin control y con la benevolencia de las grandes potencias o Rusia bajo el argumento de legítima defensa, hace de la agresión, una política de estado; siendo los eventos más gravitantes dentro de los múltiples y complejos escenarios mundiales, donde nos mostramos carentes de una gobernanza mundial y una de las principales respuestas está en los propios entramados constitutivos de esta necesaria organización. Fue el veto ejercitado por Rusia quien impidió una acción inmediata de la ONU en Ucrania, luego el veto norteamericano, quien neutralizó toda resolución contra la prepotencia israelí; y aún más, nuestra justicia internacional, sea la Corte Penal o la Corte de la Haya, limitadas en su capacidad de exigibilidad de sus resoluciones.
Hace una semana, se desarrolló la Cumbre del Futuro, convocada por Naciones Unidas, durante dos días y antes del inicio del debate anual de alto nivel de la Asamblea General, este martes 24 de setiembre. En sus palabras inaugurales António Guterres, secretario general de la ONU, expresaba: “Convoqué esta Cumbre para estudiar reformas profundas que hagan que las instituciones mundiales sean más legítimas, justas y eficaces, basadas en los valores de la Carta de las Naciones Unidas”. Y en su momento el presidente de la Asamblea General, Philémon Yang, presentó el Pacto de Futuro al organismo mundial; como lo recoge el documento final se trata de un acuerdo que da respuesta integral a los desafíos actuales, bajo cinco ejes temáticos: desarrollo sostenible y la financiación para el desarrollo, la paz y la seguridad internacionales, la ciencia, la tecnología y la innovación y la cooperación digital, la juventud y las generaciones futuras, y la transformación de la gobernanza global. Cada uno de estos aspectos son muy importantes, sin embargo, focalizaremos nuestra atención en las reformas de las instituciones internacionales, en la necesidad de reforzar el sistema multilateral, pues se recogen propuestas para reestructurar el Consejo de Seguridad y reforzar la Asamblea General.
El Consejo de Seguridad actualmente tiene 15 Estados miembros, su reforma más gravitante fue ampliar el número de Estados no permanentes que paso a 10, siendo los restantes Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China y Rusia, en su condición de miembros permanentes, que no se alternan, descansando sobre estos últimos el llamado “derecho de veto”, que bastando la votación opuesta de uno de ellos, no hay acuerdo y en consecuencia no hay resolución, paralizando las acciones que debiera asumir la ONU frente a los conflictos; los problemas mundiales, especialmente los relacionados a conflictos interestatales están sujetos a los vaivenes de estas decisiones, influenciadas con claridad por intereses políticos, el “veto” se ha instrumentalizado bajo la discrecionalidad de los Estados permanentes; aunque hay un sector que tilda de “sabia” esta atribución por cuanto a generado un equilibrio de fuerzas y finalmente ha evitado una tercera conflagración mundial, que era su objetivo principal. Lo cierto es que su estructura y competencias, corresponden a un momento histórico diferente, ya no somos los 51 Estados que primigeniamente dieron nacimiento a la ONU, somos hoy 193 Estados miembros y 2 estados observadores; el mundo se ha desarrollado bajo una dinámica intensa, con nuevos actores y nuevos problemas, que en el anacrónico formato se muestra incapaz de asumir con oportunidad y prudencia, decisiones y acciones que reclaman perentoria atención.
La propuesta recogida en el Pacto del Futuro, aborda con profundo realismo la necesidad de que sea, el Consejo de Seguridad, “más representativo, inclusivo, transparente, eficiente, eficaz y democrático y tenga más rendición de cuentas”; bajo cuatro aspectos determinantes:
- La ampliación del número de miembros, que garanticen el equilibrio entre su representatividad y su eficacia, en la búsqueda de una mejor representación de los países en desarrollo y los Estados pequeños y medianos. Si hablamos en términos proporcionales, si 15 Estados representaban a 51 Estados, hoy 193 Estados no pueden seguir con ese mismo número de Estados representantes; hay Estados que son verdaderas potencias regionales, sobre los que giran la toma de decisiones, sean por asuntos políticos, económicos, comerciales, como lo son Australia, Sudáfrica, la India, Brasil, que debieran tener la condición de miembros permanentes; un caso muy singular, es lo suscitado con Japón, que hoy en día es el tercer aportante en las finanzas de Naciones Unidas.
- ”La cuestión del veto es un elemento clave de la reforma del Consejo de Seguridad”, así, de manera expresa se recoge la preocupación de la comunidad mundial en este documento, colocando en evidencia lo nocivo que ha significado su aplicación, amparando de manera encubierta abusos y excesos de Estados contra otros Estados o de Estados contra su propia población, deslegitimando a una institución como Naciones Unidas tras la que se cifraron los mejores anhelos de paz y respeto a los derechos humanos; un derecho de veto, que debiera acotarse a casos precisos, pero también romper con el privilegio de cinco Estados que lo han ejercitado con prepotencia y arrogancia, debiendo ampliarse su ejercicio a un número mayor de Estados, para definirse con criterios de razonabilidad y oportunidad.
- Se ha puesto énfasis en que los procedimientos en el Consejo de Seguridad deben garantizar que su funcionamiento sea “inclusivo, transparente, eficiente, eficaz y democrático y tenga rendición de cuentas”, lo que nos parece sumamente pertinente, porque bajo estos criterios la comunidad internacional, Estados y ciudadanos, va han asumir una labor oportuna, debida, sin perder el norte de su naturaleza, velar por la paz mundial, liberados de subalternos intereses.
- El más alto funcionario de Naciones Unidas es el secretario general, un ilustre peruano como Javier Pérez de Cuéllar, por dos veces consecutivas asumió este alto cargo; sin embargo, hasta la fecha ninguna mujer ha asumido esta responsabilidad, por ello se recoge que “el equilibrio de género y la rotación regional” debe tenerse necesariamente presente durante el próximo proceso de selección y nombramiento. Este cargo se define por el Consejo de Seguridad y luego ratificado por la Asamblea General.
Trascendente documento, que aún debe seguir la ruta de los procesos de reforma instituidos en la propia Carta de San Francisco, y que seguramente se encontrara con un grave escollo, que toda reforma debe superar necesariamente el veto de los cinco miembros permanentes, sino no hay reforma. Cuando cifrábamos expectativas sobre un propósito de enmienda que la comunidad mundial debía asumir, como critica lección del Covid-19, nos sobrevino los graves conflictos en Ucrania y Palestina, y que nos muestra una gobernanza mundial inexistente y si es que existe, diezmada; por ello, no deja de ser alentador, que aun en la crisis que nos encontramos, halla acciones no complacientes, impulsivas y reactivas, que no se dejan absorber por las circunstancias.