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23 noviembre, 2024 5:51 am

La urgencia de reformar la educación en el Perú

Desarrollar el pensamiento crítico no solo beneficia a las organizaciones, sino que también tiene un enorme impacto personal en cada individuo.

Por: Gustavo Pino     

Este artículo se basa en un ensayo escrito por mi persona y publicado en el libro “Bicentenario en tiempo de resistencia” (2021), editado por la Municipalidad Provincial de Arequipa, la Subgerencia de Educación y Cultura, y auspiciado por Cerro Verde y Caja Arequipa.

No es un misterio manifestar que, en las últimas décadas, nuestra sociedad se ha visto envuelta en medio de varias crisis que se fueron agravando con el paso del tiempo. Probablemente, una de las principales causas de esta situación sea la falta de una educación de calidad que fomente competencias esenciales, como el pensamiento crítico, para enfrentar los desafíos que surgen en la vida diaria. Si contáramos con una educación orientada a la solución de problemas, estas grandes crisis sociales se habrían enfrentado con un cúmulo de alternativas que nos permitieran encontrar mejores soluciones y evitar que las crisis se agraven hasta puntos impensados, como en el contexto actual.

Sin embargo, esta situación se ve agravada por el insuficiente aporte del Estado a la educación en todos sus niveles. El bajo nivel educativo en el Perú no es un problema reciente; de hecho, sus raíces se remontan aproximadamente a la década de 1920 y se fueron acrecentando hasta 1990, afectando tanto a las escuelas públicas como a las privadas. No obstante, este problema se pronunció más en las escuelas públicas debido a la falta de profesionalismo de los educadores, un problema ocasionado por los bajos incentivos económicos que recibían y que, lamentablemente, siguen recibiendo. Además, las capacitaciones brindadas en estas escuelas eran y siguen siendo escasas, si no nulas.

Otro de los grandes problemas que afecta a la educación peruana es la pésima infraestructura de las escuelas públicas. A pesar de que es un problema nacional, los colegios más afectados son los de zonas rurales, debido al desinterés del Estado por refaccionar o hacer mejoras en estas áreas, donde se registra el mayor porcentaje de analfabetismo. Esta tarea aún no se ha completado y no se puede tomar a la ligera.

En este contexto, es crucial resaltar que la inserción del pensamiento crítico en la pedagogía podría transformar radicalmente el panorama educativo. Formar estudiantes con una visión más amplia del mundo no solo les permitiría ser profesionales que aporten conocimientos a diversos rubros, sino que también garantizaría una capacidad de acción ante situaciones complejas. Las organizaciones hoy en día son altamente susceptibles al cambio y, por lo tanto, necesitan personal preparado para afrontar estas modificaciones. Un claro ejemplo de esto son todas aquellas empresas que, afectadas por la actual crisis producto de la pandemia, supieron replantear sus propuestas empresariales para adaptarse a la nueva realidad.

Desarrollar el pensamiento crítico no solo beneficia a las organizaciones, sino que también tiene un enorme impacto personal en cada individuo. Una persona con habilidades críticas bien desarrolladas es capaz de analizar situaciones con mayor profundidad, considerar múltiples perspectivas y tomar decisiones informadas. Esto no solo contribuye a su desarrollo profesional, sino que también enriquece su vida personal, permitiéndole navegar por los desafíos cotidianos con mayor efectividad y confianza.

Es un camino largo y desafiante, pero es un esfuerzo que vale la pena. Al fin y al cabo, una educación de calidad es la base sobre la cual se construye una sociedad justa, equitativa y próspera. No podemos permitirnos seguir postergando esta tarea. El futuro de nuestras generaciones y, por ende, el futuro del país, depende de las decisiones que tomemos hoy en cuanto a nuestra educación.

Aunque esto parezca una idea manoseada, desgastada, sigue vigente ante la sociedad de lo banal y del espectáculo sin trasfondo, de humanos embobados por estímulos externos y alejados de introspecciones. Ahora, más que nunca, es imperativo rescatar el valor de una educación profunda y significativa, que nos permita no solo sobrevivir, sino también prosperar en un mundo cada vez más complejo y demandante.

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