POR: MIGUEL ARTURO SEMINARIO OJEDA (DIRECTOR DEL MUSEO ELECTORAL Y DE LA DEMOCRACIA DE LA DNEF DEL JURADO NACIONAL DE ELECCIONES)
A fines del siglo XVIII, la América hispana ya soñaba con su independencia, se abría paso un nuevo camino para retomar su autonomía, y desde entonces los movimientos separatistas se manifestaron y multiplicaron constantemente, tanto como las ideas por la separación política, a través de plumas de prestigio.
En este escenario se ubica a Manuel Lorenzo de Vidaurre, limeño que murió en la ciudad de su nacimiento, el 9 de marzo de 1841, cuyos restos aún se encuentran en el Cementerio Museo Presbítero Maestro, esperando su trasladado al Panteón Nacional de los Próceres de la Independencia, inaugurado en 1924.
Manuel Lorenzo de Vidaurre y Encalada, había nacido en Lima, el 19 de mayo de 1773. Trascendió como abogado, político y ensayista, cuya obra lo ubica entre los precursores reformistas de la independencia del Perú, por estar firmemente convencido que lo no funcional del régimen virreinal, podía solucionarse con reformas que propiciaran una serie de cambios, tenía una fe plena en que las normas jurídicas contribuirían a las transformaciones esperadas.
Indudablemente que las normas jurídicas son precedidas por lo social y lo moral, y quizá esto fue lo que lo llevó a creer firmemente, que los preceptos jurídicos obligarían a todos, a esos cambios que de alguna manera mantendrían la fidelidad a la Corona de Castilla, lo que evitaría derramamientos de sangre, en las luchas por la independencia, como ya se había visto en los Estados Unidos.
Cuando leemos sobre el personaje, desde su biografía publicada en la colección Hombres del Perú, en 1964, vemos que se le ubica en el grupo de los que creyeron que no era necesario el rompimiento de vínculos con la Corona de Castilla, como aparece en sus libros Cartas Americanas y Plan del Perú, escritos a comienzos de la décimo novena centuria. Sin embargo, como consecuencia de un viaje a Europa y a Estados Unidos, en 1823 se manifestó partidario de la separación política, quizá una visión más amplia en lo presencial, lo llevó a cambiar de ideas y propuestas.
Tras esto hizo una serie de propuestas jurídicas orientadas a la cimentación del proyecto republicano, que constitucionalmente se aprobó para el Perú; y tras la llegada de Bolívar al país, en setiembre de 1823, se manifestó inicialmente como partidario de su gobierno, y luego se alineó entre los que lo cuestionaban.
En su larga carrera se desempeñaría como primer presidente de la Corte Suprema de Justicia del Perú, en 1825 y años sucesivos. También residió el Congreso Constituyente en 1827, y se desempeñó como Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores en 1827 y 1832. En todas estas instituciones aparece en sus nóminas oficiales.
Manuel Lorenzo de Vidaurre es uno de los personajes casi anónimos del país, es decir, si bien se ha propagado su nombre en textos de la secundaria, no hay generalmente calles, plazas, instituciones que lo lleven, o bustos y monumentos que proyecten su imagen, y permitan su internalización en la memoria colectiva. Es una gran deuda que hay que pagar, y este Bicentenario de la Independencia nacional presenta la oportunidad para hacerlo.