POR: ENRIQUE RIVERA SALAS
“El Día del Padre” es una fecha propia para reflexionar, sobre su real valor. Los padres no requieren de un premio o regalo por cumplir su rol potencial; pero sí el reconocimiento de sus hijos por su esfuerzo permanente para darle la protección y todo el amor de que son capaces de consolidar la estabilidad y la felicidad de la familia.
Ser padre es sinónimo de entrega, de responsabilidad y ejemplo. El padre como guía y amigo de sus hijos debe sembrar en ellos el hábito del trabajo, honradez, veracidad, disciplina; debe recalcar que la responsabilidad y sinceridad, van acentuar su personalidad.
Ser padre en nuestro país, no es tarea fácil, por ello, cuanto más tenemos que alegrarnos es dar gracias a Dios, en el largo o corto camino de la vida que tenemos junto a ellos.
El padre eje sustancial de la familia, se siente omnipotente cuando sus anhelos y metas son más que formar hombres de profundas convicciones morales y espirituales y más bien sean hombres de sensibilidad social a toda prueba, hechos para la formación de nuevas familias, bajo los parámetros de dignidad y honestidad.
En este homenaje me permito transcribirles “La oración de un padre” del general Douglas que dice textualmente:
“Dame oh Señor, un hijo que sea lo bastante fuerte para saber cuándo es débil y lo bastante valeroso para enfrentarse consigo mismo cuando sienta miedo; un hijo que sea orgulloso e inflexible en la derrota, honrado, humilde y magnánimo en la victoria.
Dame un hijo que nunca doble la espalda cuando debe erguir el pecho, un hijo que sepa conocerte a ti… y conocerse a sí mismo, que es la piedra fundamental de todo conocimiento.
Condúcelo, te lo ruego, no por el camino cómodo y fácil, sino por el camino áspero, aguijoneado por las dificultades y los retos. Allí déjalo aprender a someterse firme en la tempestad y a sentir compasión por lo que falla.
Dame un hijo cuyo corazón sea claro, cuyos ideales sean altos; un hijo que se domine a sí mismo antes que pretender dominar a los demás, un hijo que aprenda a reír, pero que también sepa llorar; un hijo que avance hacia el futuro, pero que nunca olvide el pasado.
Y después que le hayas dado todo eso, agrégale, te suplico, suficiente sentido del buen humor, de modo que pueda ser siempre serio, pero que no se tome a sí mismo demasiado en serio.
Dale humildad para que pueda recordar siempre la verdadera sabiduría y la mansedumbre de la verdadera fuerza.
Entonces, yo su padre, me atreveré a murmurar: ‘No he vivido en vano’”
Al finalizar deseo a todos los padres en general un feliz día y que Dios los proteja en unión de toda la familia.