POR: MIGUEL ARTURO SEMINARIO OJEDA (DIRECTOR DEL MUSEO ELECTORAL Y DE LA DEMOCRACIA DEL JURADO NACIONAL DE ELECCIONES)
Agotados los esfuerzos por no llegar a una guerra, de pronto, en 1879, Perú y Bolivia se vieron envueltos en una contienda militar contra Chile; defendiendo el honor de los peruanos y bolivianos, y la integridad del territorio patrio, nuestros connacionales fueron a la batalla. En esta guerra, los peruanos y las peruanas darían todo de sí, apostando por el mantenimiento de sus instituciones, y para impedir que se vulnere el territorio nacional.
En 1876 se había llevado a cabo un proceso electoral, en el que los peruanos votaron en mayoría para elegir a Mariano Ignacio Prado como Presidente Constitucional del Perú, en ese mismo proceso, los moqueguanos eligieron a Armando Vélez como senador; y a Manuel Zapata y Mariano Fajardo como diputados titular y suplente.
LOS EPISODIOS DE LA GUERRA
Los primeros episodios de la guerra, están vinculados a los combates de Iquique, y al combate de Angamos, en los que la figura central, del lado peruano, es la de don Miguel Grau Seminario, Caballero de los Mares, Peruano del Milenio, y Precursor del Derecho Internacional Humanitario.
Vendrían luego las batallas de Tarapacá y Arica, cargadas del heroísmo de los peruanos, que estaban lejos de consentir atropellos contra su patria, en esas páginas heroicas, la sangre de los moqueguanos no estaba ausente, como se puede verificar en el Archivo Histórico Militar Manuel C. Bonilla, del Centro de Estudios Histórico Militares del Perú, donde se encuentran fojas de servicio de moqueguanos enrolados en las filas de la patria.
DISPOSICIONES PARA LA DEFENSA DEL PERÚ
La guerra estaba declarada y había que enfrentarla a como diera lugar, los pueblos tendrían la obligación de la defensa, aún los más remotos, que lejos del escenario de los hechos entendieron que la patria estaba en peligro y era una urgencia socorrerla. Las proclamas, manifiestos y llamamientos encendieron los ánimos de los peruanos, creándose batallones de acuerdo a la estadística controlada desde Lima, el Perú entero se aprestó a la defensa, había que luchar.
Todos los puertos peruanos se mantuvieron en estado de alerta desde el comienzo, el telégrafo los conectaba con el Callao y puertos intermedios, y hasta Panamá, y con el resto del mundo, por eso es que en el sur y en todo el Perú se sabía casi de inmediato los detalles de la guerra. El litoral peruano estaba a la expectativa, tomándose precauciones para rechazar cualquier incursión chilena. En lo correspondiente a Moquegua redoblaron la vigilancia.
En cuanto se supo de las tropelías de los chilenos contra los bolivianos, en el Perú se suscribieron actas de apoyo al gobierno, comprometiendo la voluntad para la defensa de la patria. En octubre de 1879 los peruanos vivieron con dolor la noticia de la muerte de Grau en Angamos, despertando una actitud de reunir fondos para marchar contra el enemigo, y dar la sangre y las riquezas por el Perú que los llamaba.
MOQUEGUA SE APRESTA A LA DEFENSA
Cada departamento fue obligado a formar un contingente de acuerdo al número de su población. Los distritos deberían colaborar con un número de hombres, de acuerdo a una relación enviada desde Lima, que señalaba lo que correspondía a la Provincia Litoral de Moquegua.
Cada provincia dividió su total entre los distritos que la componían. Los prefectos y todas las autoridades políticas instaban a la población a través de proclamas, a mantener bien alto el patriotismo y cumplimiento del decreto del 15 de julio de 1880, llamando al servicio activo a las reservas movilizables y sedentarias.
Los seleccionados, sin distinguir condición socioeconómica, quedaban obligados a reconocer jefe en el plazo de 10 días, contados a partir del llamado, exceptuándose solamente a los sacerdotes, farmacéuticos, médicos, empleados de las prefecturas y de las subprefecturas, de la administración de correos y de la beneficencia, así como los físicamente impedidos. Los que no tenían grado militar, fueron investidos temporalmente.
LAS BATALLAS DE SAN JUAN Y MIRAFLORES
Se libraron contra el ejército chileno el 13 y 15 de enero de 1881, con la consiguiente desventaja para el ejército peruano, que fue derrotado en ambas jornadas, quedando los chilenos dueños de la situación, cometiendo toda clase de tropelías, que ni siquiera por haberse vivido en tiempos de guerra se pueden justificar.
La gesta de Lima, o defensa heroica de la Capital del Perú, es recordada cada año, y lo fue con grande rememoración y homenaje a los defensores de la patria en 1981, al cumplirse el centenario de ese episodio, haciéndose ceremonias, en varias ciudades peruanas.
Los héroes de la gesta de Lima fueron todos los defensores, que de una u otra manera se enfrentaron al enemigo, sufriendo las consecuencias de la invasión, cargados de un valor que ni la derrota pudo agotar. Hubo familias enteras que participaron en la defensa, se contaron a padres e hijos, a hermanos, o primos hermanos, no faltaron los muy mayores de edad, y los niños. Todos estaban inspirados por el mismo ideal, defender a la patria. Hay héroes plenamente identificados, y otros con carácter de anónimos, cuyos restos no fueron identificados y/o ubicados,
JOSÉ MARÍA VERA-TUDELA
José María Vera-Tudela y Pérez de Tudela, era un militar oriundo de Moquegua, hijo de Francisco Vera-Tudela, y de María Pérez de Tudela y Tudela; que había casado en Piura con María Isabel García y León, encontrándose en Piura en el momento de la guerra. Fue segundo jefe del Batallón Piura que peleó heroicamente en San Juan y Miraflores.
Su nombre es poco conocido en Piura y en Moquegua, por esa tendencia a primar figuras centrales opacando a las otras, cuando debería reconocerse los méritos de cada uno en su propia dimensión, sin olvidar y desmerecer a los otros. José maría era nieto del argentino Juan Pío Vera, quien casó en Moquegua con la moqueguana María Pérez de Tudela y Pinto, entroncada con viejas familias del lugar, como lo hace conocer el genealogista Francisco Javier Carbone Montes.
PABLO ARGUEDAS HURTADO
Leemos en el libro La gesta de Lima, publicado en 1981 por la Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú, que Pablo Arguedas nació en Moquegua el 23 de julio de 1820, hijo de Antonio Arguedas y Manuela Hurtado. Fue un militar de carrera, desde la época de Ramón Castilla, ascendiendo paulatinamente, hasta alcanzar el grado de coronel. Estuvo casado con Úrsula Sáinz.
Declarada la guerra se puso al lado de Nicolás de Piérola, y en contra de Mariano Ignacio Prado. Peleó en la batalla de San Juan, cayendo rendido por la patria, peleando en primera línea. Desde 1908 sus restos se encuentran en la Cripta de los Héroes.
JUSTO PASTOR DÁVILA
Nació en Moquegua el 7 de agosto de 1829, fue hijo de Vicente Fernández Dávila Collado, y de Teresa Herrera Maura. Fue casado el 23 de diciembre de 1873 con Petronila Varela Matamoros, con quien tuvo a sus hijos Petronila y Pedro Pablo. Fue nieto del vecino moqueguano Mariano Fernández Dávila y de Tomasa Collado.
Era prefecto de Tarapacá cuando estalló la guerra en 1879, participando en la gloriosa batalla de Tarapacá del 27 de noviembre de ese año. Peleó valientemente en las batallas de San Juan y Miraflores, sobreviviendo en esta gesta. Después tuvo participación activa en la Campaña de la Breña.
Murió en Lima, el 11 de enero de 1901, siendo sepultado en el cementerio Presbítero Maestro, en medio de un numeroso acompañamiento.