A casi todo el mundo le gusta el fútbol. Es algo universal. A quien no, hasta se lo toma como un bicho raro. Hay fanáticos que eligen disfrutar de cada partido apostando por sus favoritos y muchos de ellos escogen William Hill, donde tienes todas las apuestas deportivas del mundo que puedas desear y también consejos con los que aprender sobre apuestas online. No solo fútbol, sino todos los deportes y competiciones.
Lidiar con el azar puede ser difícil, imagínate lo difícil que debe ser lidiar con él dentro de la cancha paraa los futbolistas profesionales. De seguro por la cabeza de los jugadores pasa toda una película. Por ejemplo: los defensores tienen el trabajo de destruir las jugadas que los rivales intentan inventar. No tienen que dejar ni siquiera que toquen la pelota, de ser posible, durante todo el partido. Una misión, una preocupación, que puede quedar anulada en segundos antes el menor descuido. Mira si con esa presión, la cabeza no les va a correr tan rápido como las piernas. Además no pueden llevar la iniciativa, eso es tarea de los delanteros en ataque. En cualquier momento el otro puede hacer un pique, un movimiento hacia los costados o hacia atrás; cambiando de rumbo y destruyendo cualquier plan y expectativa. Miles de posibilidades por segundo pasan por sus cabezas. Nos sería imposible nombrarlas todas..
El trabajo de un futbolista no es únicamente patear la pelota para hacer un gol. La presión de quienes trabajan en una oficina no es nada comparada a la que sienten ellos. Seguir insistiendo, mantener la cabeza fría y concentrada, subir y bajar la velocidad, patear con más o menos fuerza. Todas tareas que deberían ser instintivas pero que a veces tienen que razonarlas y ser técnicos. Eso es más multitasking que usar un teléfono y una computadora al mismo tiempo. Aquí descuidarse un segundo puede costar muy caro.
Y como en las oficinas, los jugadores también sienten que algunos de sus compañeros no hacen bien su trabajo. Esto puede poner en riesgo la unidad del equipo. Fuera de la cancha se resuelve hablando y escuchando al entrenador. Pero dentro solo se tienen 90 minutos y todos tienen que estar dando y haciendo lo mejor de lo mejor. No hay tiempo para que en la cabeza de un jugador haya pensamientos que duden sobre la participación de sus compañeros.
Hablando de que la cabeza no para. A la hora de hacer un cabezazo, no hay que pensar en las distancias ni en la defensa. Solo abrir bien los ojos para poder empujar la pelota hasta el arco. Recibir el pase y rematar, intentar darle una dirección es casi inutil en este tipo de jugadas. Hay que apagar la cabeza y confiar que va a salir. Aunque pensar dónde colocarse anticipadamente sí puede ser de mucha ayuda. Pero un pensamiento que siempre aparece es el de hacer trampa, desde agarrarle la camiseta al rival hasta tirarse al césped para cobrar un penal que no es. Ojalá los jugadores fueran tan rápidos para planificar jugadas como para improvisar actuaciones.