POR: MAURICIO AGUIRRE CORVALÁN
El día de mañana debe definirse el voto de confianza al gabinete Vásquez en el Congreso en medio de una semana por demás complicada para el Ejecutivo. El recrudecimiento de la violencia en conflictos sociales y la tibia respuesta de la Premier, el pedido de facultades para legislar en temas tributarios y la picazón del Ministro de Economía por los autos de 150 mil dólares, la fiesta en casa del Ministro del Interior transformada por el propio Luis Barranzuela en “reunión de trabajo”, el anuncio de nombramiento de profesores así no hayan aprobado las evaluaciones, y las idas y vueltas del presidente Pedro Castillo en el tema Camisea, no hacen otra cosa que poner en evidencia como el propio gobierno tiene a veces insospechadas capacidades para dispararse a los pies.
El gabinete Vásquez llega bastante debilitado para la decisiva cuestión de confianza. Algunas bancadas como Fuerza Popular, Avanza País y Renovación Popular ya han anunciado que no darán el voto de investidura, los cerronistas de Perú Libre también dijeron que no, pero con ellos nunca se sabe. Salvo los castillistas de Perú Libre, Juntos por el Perú y el Partido Morado que ya dijeron que apoyarán al gabinete, las restantes agrupaciones no han tomado una decisión. Este escenario pone la distribución de votos en una situación pareja, lo que hace que a dos días de la sesión de Congreso la definición sea de pronóstico reservado.
Algo que seguramente pesará, y mucho, a la hora de decidir el voto será el tema de la gobernabilidad, entendido como la necesidad de no entrar en un camino sin retorno que lleve al país a un escenario de vacancia presidencial versus disolución del Congreso con las consecuencias de parálisis para el país que eso conlleva.
Es verdad que las bancadas más radicales que transitan por la vereda derecha están convencidas de que la vacancia es el único camino, y sólo esperan el momento más estratégico para impulsarla, sobre todo sabedoras de que se necesitan 87 votos que hoy por hoy les es imposible alcanzar. Otras bancadas, en cambio, parecen todavía apostar, aunque con extremas reservas, a que el presidente Pedro Castillo sea capaz que marcarle un rumbo claro a su gobierno.
Está claro que el gabinete Vásquez llega bastante debilitado a la reanudación de la sesión del pedido del voto de confianza. Por eso la decisión que se tome sobre la permanencia o no del Ministro del Interior puede resultar fundamental para terminar de convencer a los congresistas de finalmente darle, al menos, el beneficio de la duda.
Para eso la postura del presidente Castillo será fundamental. La propia premier Mirtha Vásquez confirmó semanas atrás que la designación de Luis Barranzuela fue parte de un acuerdo político, que en un momento se especuló era con Vladimir Cerrón. Los acontecimientos posteriores, sin embargo, mostraron que ese acuerdo tenía mucho que ver con importantes sectores de la dirigencia cocalera, sobre todo por el repentino viraje del congresista Guillermo Bermejo, acérrimo cerronista y muy cercano a los cocaleros, que de un día para otro apareció apoyando la investidura del gabinete Vásquez.
¿Qué tanta decisión tendrá el presidente Castillo para romper un acuerdo político para afianzar el camino de su gabinete para que salga bien librado del Congreso? Es una incógnita. Pero si lo hace, habrá dado una muestra importante de liderazgo, sobre todo hacia el interior de su propio gobierno. Algo que se necesita con urgencia para enrumbar al país hacia aguas un poco más calmas. Si no lo hace, puede poner en riesgo la continuidad del gabinete incluso antes de llegar al voto de confianza.
Se trata de un gabinete bajo fuego al que, si el propio presidente no le da un extintor, tendrá una vida corta así reciba el voto de confianza el próximo jueves.