POR: ENRIQUE RIVERA SALAS (PERIODISTA COLEGIADO)
Hace algunas semanas en mi archivo personal estaba leyendo algunas revistas de muchos años y me encontré con la sorpresa de hallar unas hojas polvorientas y en mal estado de la Revista «ESTAMPA» del Diario “Expreso» de Lima de fecha 28 de julio de 1968; es decir que las referidas hojas tienen 53 años.
Lo importante y para satisfacción mía fue que se trata de un artículo periodístico escrito por Arturo Castañeda y la Dra. Judith de Zegarra y trata de «Mujeres en la Independencia”, el cual transcribo con un modesto homenaje al Bicentenario de nuestro querido Perú y estoy seguro que millones de peruanos no conocían de estos datos históricos. Ojalá que sean bien recibidos.
MUJERES EN LA INDEPENDENCIA
A lo largo de la lucha por la emancipación del Perú, una de las más sangrientas de América, la intervención de la mujer fue irreemplazable. Se irguieron guerrilleras desafiando todos los peligros, porque la libertad de la patria importaba más que su muerte. En cada batalla compartieron las penurias de la lucha, hombro a hombro con las tropas, tras los líderes. Aferradas al fusil como a un hijo.
Nuestros nombres pugnaban bajo condiciones aplastantes y recursos limitados y es en este panorama humano que se integraron con su ternura fragorosa, porque no podían negarse al surgimiento ineludible de un destino fecundo, porque también ellas debían forjar la historia en su mejor medida.
POR: ARTURO CASTAÑEDA
Ya en la época de los incas se manifestó hondamente el coraje ancestral de la mujer peruana. Chañan Qori Kuka, una de las cacicas principales de los pueblos aledaños al Cusco, salió al frente cuando éste fue pedido por los chancas. Era tal su bravura que arrancó el hígado del general vencido para comérselo.
LA MUJER EN LOS LEVANTAMIENTOS
Es en el siglo XVII con el levantamiento de Juan Santos que empieza concretamente a perfilarse la intervención emancipadora de la mujer. Ana de Torma, dirigida por Santos capitaneaba un escuadrón de 52 artilleros. Durante los quince años que duró el levantamiento jamás pudo capturarse a sus dirigentes, debido a los fracasados avances españoles y a la conmoción que causó este movimiento.
Cuando estalló la revolución de Túpac Amaru aumentó sorpresivamente el número de mujeres revolucionarias. Micaela Bastidas, esposa de Túpac Amaru, instaba al caudillo a pelear en todos los frentes, sin treguas de ninguna clase, mientras él pensaba capitular. Ella instruía revolucionarios del pueblo, distribuía armas, participaba en las luchas.
Después sería públicamente asesinada a puntapiés. Se dice que la historia pudo cambiar si Amaru hubiera tenido en cuenta sus consejos. En esta revolución, siete mujeres ofrendaron su vida, entre ellas: Tomasa Tito Condemayta, cacica de Acos; Cecilia Túpac Amaru, prima hermana del caudillo; diecisiete fueron encarcelados, previa confiscación de sus bienes. En su plan represivo los españoles obligaron además a 37 mujeres a recorrer a pie desde el Cusco hasta el Collao, por punas, valles y desfiladeros. Algunas mujeres murieron en esta «Caravana de la Muerte» ordenada por el gobernador Areche.
Después de la insurrección de Túpac Amaru se sucedieron innumerables tumultos y conspiraciones, en las que se acentuaba cada vez más el fervor y la participación revolucionaria femenina, pese a las más crueles torturas, destierros y fusilamientos. Desaparecieron unas heroínas y surgieron otras. Francisca Herrera, Úrsula Pereda, Catalina Salas sucumbieron en una interminable lista de mujeres con una tremenda fe de rebeldía.
En la revolución de Mateo Pumacahua destacaron principalmente seis mujeres: Juana Noin, encarcelada; Vicenta Equino, desterrada; Simona Josefa Mansanedott «La Cereza», recibió en público y desnuda cincuenta latigazos; Magdalena Centeno, desterrada. Muchas otras mujeres fueron desterradas.
Desde la llegada de San Martín a Lima hasta las últimas lides por la emancipación, varias patriotas fueron fusiladas, otras desterradas o desposeídas de todos sus bienes. Cientos de mujeres se distinguieron por sus sentimientos al ofrecerse a ayudar en los múltiples menesteres que implicaba la lucha. Paula Huamán y Eufresia Ramos, dos guerrilleras activas, fueron capturadas y antes de fusilarlas se les cortó la lengua. El 3 de marzo de 1821, dos hermanas, Teresa y Rosa Toledo cortaron un puente colgante en momentos que cruzaba una partida húsares españoles, que cayeron al abismo.
Luego, en las nuevas batallas de liberación intervendrían doña Juana de Dios Manrique Luna, descubridora de José Olaya, que era la clave de misiones secretas, y María Parado de Bellido que aceptó ser fusilada antes de traicionar a los insurrectos.
Siempre estuvo presente la pujanza y el arrojo femeninos plegados, totalmente a la causa suprema de la libertad.
MONJAS REVOLUCIONARIAS
En el desarrollo de la emancipación peruana no faltaron tampoco los elementos religiosos, que en su mayoría se identificaron con los movimientos generacionales. Entre los monasterios y beateríos que prestaron su valiosa ayuda están «Santa Clara Descalzos”, «Trinitarias», «Copacabana», «Viterbo», «Recogidos».
Se dedicaron a confeccionar vestimenta para las tropas y casi todos los monasterios sirvieron de refugio a las conspiradoras y se guardó correspondencia y armas, tareas éstas que, entre otras, dificultades a menudo privaba del sustento a las religiosas.
MUJERES INTELECTUALES
En los movimientos para la difusión de los ideales revolucionarios estuvo también presente la mujer intelectual. Muchas damas fueron enjuiciadas por leer «libros prohibidos» que provenían de Europa, especialmente de Francia. Se escribía cartas y se redactaba volantes y otros medios de propaganda, todo saturado de inquietantes emociones femeninas. Son famosos los salones literarios como el de la marquesa de Torre Tagle y el de doña Narcisa Arias de Saavedra, donde se reunían literatos e intelectuales criollos; salones que después fueron cedidos incondicionalmente como lugares de reunión e improvisados como hospitales para los patriotas.
HEROÍNAS ANÓNIMAS
Existieron asimismo grupo de mujeres que ayudaron en todo momento a la acción emancipadora. Ellas fugaron con brillo de astros menores, pero de permanente luz, y en la mayoría de casos han pasado silenciosas, sin gloria, con el único reconocimiento de heroínas anónimas. Mujeres que preparaban la alimentación de las tropas, que morían con un fusil en la mano, que se despojaban de sus joyas y sus mayores bienes o cedían voluntariamente a sus hijos para los combates. Dentro de estas mujeres es de recordar a las llamadas rabonas, mujeres abnegadas que seguían a los ejércitos patriotas a través de valles y montes sin protección alguna, se dedicaban a curar a los heridos y enterrar cadáveres.
UN LIBRO SOBRE ELLAS
La Dra. Judit Prieto de Zegarra, ha escrito un libro sobre la acción emancipadora de la mujer peruana «Así hicieron las mujeres del Perú». Ella expresa que se olvida injustamente la importante misión que desempeñaron nuestras mujeres. Precisamente su libro encara este cometido, reivindicar sus respectivos puestos en la historia, predicarlos a las juventudes femeninas para que asimilen sus ejemplos, porque la capacidad creativa en el dolor y la esperanza no es exclusiva del varón porque también de ellas depende la historia de los pueblos.
Y es que aún no ha terminado la independencia del Perú. Nos queda todavía una realidad; bajo las cáscaras brillantes del progreso late un trasfondo miserable.
Si aquellas mujeres que no estuvieron instruidas para gobernar supieron imprimir un destino superior ¿que se podrá esperar de las mujeres de esta generación que estudian y participan de las inquietudes de la época?
RECORDARLAS SIEMPRE
Antes de concluir con este modesto trabajo, queremos que recuerden siempre a:
MICAELA BASTIDAS. Mártir de la Patria, fue condenada a la pena del garrote “pero por delgadez de su cuerpo” fue muerta a puntapiés. Treintaisiete mujeres integraron la “Caravana de la Muerte” que recorrió a pie del Cusco al Collao, cumpliendo la sentencia de Areche el 17 de julio de 1783.
SIMONA JOSEFA MANZANEDA. “La Cereza”, “Heroína de los Altos de la Paz” sufrió ofensa pública, pero se negó a traicionar a los patriotas del movimiento de Pumacahua.»La Cereza» recibió en público y desnuda cincuenta latigazos.
TOMASA TITO CONDEMAYTA. La cacique de Arcos, alentó a las huestes tupacamaristas, bailando con la bandera del Incario en el cerro Piccho.
VENTURA CCALAMAQUI. Lanzó el primer grito de independencia en Huamanga el 31 de agosto de 1814.
LAS TOLEDO. Heroínas de Concepción, Cusco, cortaron el puente sobre el Mantaro, logrando la destrucción de una partida de húsares que perseguía al general patriota Álvarez de Arenales.