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Decisión o destino

Por: Lic. Yessica C. Rodriguez Torres.   

Según la cultura musulmana, “las personas nacemos con nuestro destino colgado del cuello”. Aceptar esa tesis es resignarnos a la fatalidad o al éxito regalado.

La iglesia católica habla del libre albedrío, cada persona escoge el bien o el mal.

La sabiduría popular enseña: “cada persona es arquitecto de su propio destino”.

¿Será así?, ¿seremos arquitectos de nuestro destino?

Entrar en ese campo tan amplio, tan puntiagudo, con tantos recovecos y aristas no es el fin. Si solo pensáramos nuestros actos diarios, comunes, triviales que, sin darnos cuenta, nos salvan o nos matan.

¡Qué calor!… ¡El encierro! Son frases que se repiten en estos días aciagos. Algunos, luego de esta “profunda reflexión”, deciden ir a la playa o ir a pasear al último confín de la provincia.

La mascarilla sofoca; te encontraste con amigos o familiares cercanos que hace tiempo no veías; el abrazo, el beso en la frente o en la cabeza; no olvidar el alcohol en gel, ¿para qué? No toqué nada; llegas a la casa y… el consabido protocolo, “¡estoy apurado!”.

¡Cansados! El hartazgo nos ganó. Este segundo año de Covid nos encuentra más débiles sanitaria, económica y mentalmente, sobre todo a los que ya sufrimos este mal. Agotados de escuchar las recomendaciones que en muchos casos ni tomamos en cuenta.

Decidimos refrescarnos en la playa (aunque está prohibido), ir al parque, viajar, hasta libar ¡Una locura! o un suicidio anunciado e inconsciente, multisuicidio, automasacre; nos levantamos y pensamos, o no pensamos, hoy será o decidiré vivir un día más, un mes más, un año más, o es que tenemos escrito en nuestra mente lo que algunos dicen: “de algo hay que morirse” u otros “me cansé de vivir, quiero ir a descansar”.

Viene a mi memoria el último verso del poema de Manuel Gonzales Prada, “Vivir y Morir”, que dice: “¿Qué es morir? Dormir sin soñar”.

Lo injusto de este Covid es que contagia, que mata gente que cumplió con todas las recomendaciones, que no bebió licor, que confió en los que se le acercaban, incluso en las personas que vivían con ella.

La gente, tu gente, confía en ti, en que las más simples decisiones que tomes en esta época de pandemia sea la correcta; no los decepcionemos.

No es momento de visitar, porque lo único que lograrás es que la visita de retorno que te hagan  tus amigos, sea en el campo santo. Esa última reunión podría ser de solo 10, incluido tú.

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