POR: CESAR CARO JIMENEZ
En esencia el ser humano de nuestros días, es el mismo de hace siglos. Algo que podemos apreciar sobre todo en el campo de la política: las mismas pasiones, los mismos odios, las mismas lealtades, las mismas traiciones…lo que varía son los tiempos, los lugares y los personajes. Así, podríamos decir que Martín Vizcarra en cierta forma es el Guillermo Billinghurst Angulo de nuestros días, dado que ambos gobernaron poco tiempo, lograron una rápida y arrolladora popularidad y fueron asimismo vacados por “incapacidad moral” por el Congreso tras una pugna tenaz…y como dato curioso, ambos tuvieron madres moqueguanas de nacimiento.
Y aquí cabe hacer una reflexión recordando que el filósofo y ensayista español José Ortega y Gasset, en su obra Meditaciones del Quijote, escribió: “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Observación que ha sido compartida por otros prestigiosos intelectuales que resaltan el papel que el azar ha cumplido y cumple en el devenir histórico, atreviéndose a señalar que grandes personajes de la historia lo son más que por ellos mismos por el papel que les tocó jugar, indicando que de no haber llegado a posiciones de dominio político hubiesen pasado desapercibidos o su aporte positivo o negativo hubiese sido mínimo. Y al respecto, preguntan: ¿hubiesen apostado fuertemente por citar algunos –antes de ser ungidos con el poder–, por Hitler, Franco, Stalin, Castro, Pinochet, De Gaulle, Luis XIV. Marco Aurelio, Napoleón…o en nuestro caso por Leguía, Sánchez Cerro e incluso por Vizcarra?
Tengo la absoluta seguridad que no. Lo que ocurre es, que como en el cuento del danés Hans Christian Andersen, que lleva por título “El traje nuevo del emperador”, la envestidura y privilegios que trae consigo el poder hace que el ciudadano común y silvestre vea o crea que quien funge de rey, presidente, congresista o ministro tiene las mejores cualidades, ilusión que en nuestra época es reforzada por los medios de comunicación y la desinformación generalizada a propósito, –les recomiendo leer 1984 de Orwell—para tomar conciencia que generalmente nuestras autoridades no tienen las mejores telas, los mejores vestidos y las mejores capas que ojos humanos pudieran contemplar. –reemplacen los términos telas, vestidos y capas, por inteligencia, experiencia, conocimiento e intenciones—, y verán que como en el cuento, están desnudas o carecen usualmente de tales atributos.
Algo de ello ha ocurrido con don Martín Vizcarra Cornejo y don Zenón Gregorio Cuevas Pare esta última semana pasada en la cual, a instancias del segundo y con la aquiescencia incoherente del primero se convocó a un “mitin, reunión, fanfarria” o qué sé yo que se efectuó en la Alameda Bolognesi de nuestra ciudad capital, donde pudimos apreciar entre su raleada concurrencia a muchos trabajadores del gobierno regional y otros tantos trasladados desde la ciudad de Ilo, con el objeto de brindar un reconocimiento, desagravio e incluso homenaje a la persona del expresidente de la república.
Ahora bien, dejando de lado las violaciones a ciertas normas electorales y otras propias de la pandemia que sufrimos como, por ejemplo, la prohibición de efectuar reuniones ante el silencio e inercia cómplice de diversas instituciones como la Prefectura, el JNE, la Contraloría, la Fiscalía, la Defensoría, etcétera, cabe reconocer, –¿cómo no hacerlo? –, el verbo atinado y profundo de don Zenón y don Martín. En el primer caso, como no compartir con una amplia sonrisa la comparación entre el actuar y pensamiento de Vizcarra, en relación al Mariscal Nieto y a José Carlos Mariátegui, como tampoco podemos obviar la profundidad del ex presidente cuando señala que él se guía por el sentir del pueblo. ¡Claro ejemplo de un liderazgo al estilo de Poncio Pilatos, que en lugar de guiar o conducir con criterio e inteligencia, permitió que la turba condenara a Jesús en beneficio de Barrabas!
Asimismo, como no resaltar y dar gracias a Vizcarra por llevar a Moquegua en su corazón, dado que ese profundo sentir le permite intentar ser congresista por Lima, aparte que ha propiciado que se hagan o estén en camino de hacerse grandes obras de infraestructura como varias represas en las alturas de nuestro departamento; o que guiado por su profunda comprensión del entorno geopolítico, tras un viaje relámpago a Santiago de Chile donde se reunió con Bolsonaro y Piñeira que están impulsando un corredor multimodal entre Brasil y los puertos del norte chileno, obviando a Bolivia y el Perú, haya permitido que se archive el proyecto denominado “Corredor Ferroviario Bioceánico Central”, tan vital para el desarrollo no solo de nuestro departamento, sino también de la macro región sur del Perú. (Y por favor, en esta historia de traiciones y lealtades, no recordemos que se negó la posibilidad de surcar nuestros cielos al avión que conducía a Evo Morales a México).
Y si de aviones se trata, cómo explicar el pago por parte de OBRAINSA del alquiler de una avioneta, en circunstancias no muy claras que digamos.
Pero no seamos tan perspicaces. ¿Acaso en estos años Moquegua no ha tenido ingentes recursos en los presupuestos anuales? ¿Acaso no se han corregido normas que permitieron, por ejemplo, que el brazo financiero del Banco Mundial vendiera el 18.1 % de sus acciones en 800 millones de dólares, sin que el país ni la región se beneficiasen con un solo centavo? Hecho, que podría darse nuevamente en cualquier momento, si alguna de las corporaciones mineras vende sus derechos sobre determinada concesión, como por ejemplo también sucedió cuando el Grupo México compró SPCC.
Acaso no ha corregido la distorsión que existe, –legal pero injusta–, que permite que las inversiones del Grupo México al ser consideradas como capital, puedan ser descontadas de los impuestos y por consiguiente afectan el canon minero. (Continuará)
“La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos…”. –Groucho Marx