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22 noviembre, 2024 4:32 pm

“El sueño del pongo”

Escribe: Julio Failoc Rivas

Érase una vez un virus miserable y virulento, que mataba gente, nacido en China, pero, que, al poco tiempo se convirtió en una pandemia mundial. En menos de mes, había puesto en jaque a todo el mundo hasta lograr paralizarlo de miedo. No solo había matado a ciento de miles de personas, sino también a millones de empresas, hasta sumergirlos en la miseria absoluta.

El problema es que éste virus no mataba a cualquier gente, sino alguna gente, era un virus extremadamente discriminador, no de clase, ni raza y menos de religión, sino de edad. Este virus padecía de gerontofobia: tenía desprecio hacia las personas de la tercera edad y las atacaba quitándoles el aire hasta matarlas. El 80% de sus víctimas tenían más de 60 años.

No era difícil darse cuenta que lo que había que hacer era proteger a los adultos mayores, sobre todo aquellos que padecían de alguna enfermedad que los hacía frágiles a este virus. Pero no, los gobiernos prefirieron encerrar a todo el mundo, en lugar que hacer lo que el sentido común decía. No lograron contener el contagio, pero sí colapsar la economía, dejando millones de personas sin empleo en el mundo.

En un lugar del Perú, donde empezaba la patria, el gobernador tuvo la gran idea de salirse del libreto que le mandaba el gobierno y busco a los Follegatti (que no se en que idioma se traduce como “Gatos Locos”), un equipo de profesionales social liberales y humanistas, para que éstos le brindaran asesoría para combatir el virus. El equipo en menos de una semana, no solo había armado el plan y la estrategia para controlar el virus, sino que también, lo habían socializado con todo el comando y el equipo médico encargado de su ejecución.

Se logró que los adultos mayores no se contagien y junto con ello se evitó que colapse el sistema de salud. La idea de colocarles unos barbijos de color morado a éstas personas de alto riesgo y su entorno familiar, que vivían con ellos, tuvo un impacto extraordinario en la población, quien se sumó a la campaña de solidaridad para proteger a este segmento de la población que podía morirse. Fue un éxito la estrategia e incluso el gobernador y su director de salud, quien lideró el comando, fueron condecorados con la medalla de sol que solo se les otorgaba a los héroes de guerra.

La población de esta pequeña región los recibió emocionada – a él y a su director de salud- con aplauso ensordecedor desde sus balcones, en el día de la patria, y no era para menos porque lo merecían. El liderazgo concertador y visionario del gobernador, en lucha denodada contra la pandemia, acompañado por forma transparente en que manejaba los recursos públicos y la veracidad de sus palabras en los momentos más críticos, habían sido los factores claves de su éxito.

“¡Gobernador…despierte!” – lo samaquea don Lucho, su asesor de cabecera. “Nos acaba de intervenir contraloría por el asunto del Hospital Covid y las mascarillas que compro su hermano”. “Carajo, era un sueño, un sueño bien bonito, como el sueño del pongo”- le responde desconsolado el gobernador.

Análisis & Opinión