Los ileños tenemos motivos de celebrar. En cierto que las condiciones actuales, con una pandemia declarada y en proceso de avance, la celebraciones deben ser discretas. Pero hacer un alto en las actividades diarias para evaluar lo que se ha hecho en estos cincuenta años debe ser una tarea que todos deberíamos realizar.
Llegamos a esta fecha con muchos procesos consolidados a través del tiempo. Somos un puerto moderno, ordenado, que ha generado espacios públicos, que en ejercicios sucesivos logró convertir en ley un proceso democrático como lo fue el presupuesto participativo, que diseñó una nueva ciudad hacia la cual se dirigió el crecimiento urbano planificado, que se embelleció con el pasar del tiempo, teniendo como principal ejemplo el malecón costero que nos devolvió la mirada al mar. Hemos creado un puerto que tiene muchas expectativas para el futuro: el ferrocarril bioceánico, el tan mentado y prometido megapuerto, el proyecto de gaseoducto.
Peor no siempre Ilo fue así. Veamos cómo ha evolucionado en el tiempo.
Hacia 1550 el pueblo de Ilo lo formaba una pequeña iglesia y una cuantas viviendas dispersas frente a la desembocadura del río. En 1703 un trabajo ingles señalaba que “Hilo es un buen puerto, el río es de agua fresca. Este río, como la mayor parte de los otros ríos del Perú, tiene una corriente muy rápida de enero a junio, luego decrece y en setiembre es casi seco, y así continúa hasta enero. Aquí hay multitud de provisiones, higos y otras buenas frutas. Este lugar está habitado por españoles”. Para 1711 Francois Frazier decía que en el valle de Ilo “se descubre la iglesia y una cincuentena de cabañas construidas con ramas de árboles, dispersas aquí y allá cerca del arroyo que serpentea en medio del valle; en esto consiste la aldea de Ilo, casi toda construida y habitada por franceses. Por cierto, sería hacerle demasiado honor llamarla una pequeña ciudad”.
A fines del siglo XVIII Antonio Álvarez y Jiménez señalaba que la población de Ilo «es corta, mal entablada y sus habitaciones dan a conocer la escasez y miseria de los vecinos de ella; son formadas sin orden parte de adobe y las más de piedra negra con barro y techumbre de sauce y álamo cubierta de paja que vulgarmente llaman «matara», de suerte que propiamente hablando no se les puede ni debe dar otro nombre que el de chozas.»
En 1863 Aurelio García y García escribía: “Al fondo de una ensenada está el pueblo de Ilo, en el pie de la quebrada de su nombre… Es el punto más próximo a la ciudad de Moquegua, de la que dista cincuenta y cuatro millas. Delante del pueblo, no muy próximo a tierra y acercándose más a la parte del Sur, hay fondeadero; pero no es tan seguro como el de Pacocha. Ilo es un pueblo pequeño; se consiguen en él provisiones frescas, pero no de otra clase.” Casi por esa misma fecha M. Caplan publicó su obra “Geografía Descriptiva del Perú”, en la que señala que: “Ilo tiene lomas que en tiempo de lluvias producen buenos pastos para la cría de ganado. En la misma quebrada de Ilo se hallan varios olivares y la gran huerta de Santo Domingo, en la cual se da toda clase de frutas de excelente calidad… También hay aceitunas gordales de un tamaño descomunal… Los víveres, con excepción de las frutas y legumbres, los traen de fuera. La pesca constituye la ocupación de muchos individuos. Entran al mar los pescadores en balsas de cuero de lobo y han aprendido a los cobijanos a pescar a lanza. En el puerto se vende guano de pájaro que exportan los indios para la sierra y se encuentran allí depósitos de este fertilizante. También se halla en este valle sulfato de magnesio…” Antonio Raimondi dijo: “Bajé por la quebrada al pueblo de Ilo, situado casi en la playa del mar y donde se producen inmejorables aceitunas; vi a los diestros pescadores salir en alta mar sobre sus débiles balsas formadas de dos grandes odres de pieles de lobo marino hinchadas de aire; y enseguida regresé a Moquegua…”
Los datos sobre población obtenidos del censo de 1876 indicaban para Ilo 909 habitantes, de los cuales 204 correspondían al área rural y 705 al área urbana. Para períodos más tempranos, los datos fluctúan por la constante movilidad poblacional y la escasez de datos referentes a esta etapa. Pese a esto, se calcula que la población de Ilo a inicios del siglo XX alcanzaba escasamente los mil habitantes, entre los que se ubicarían algunos grupos de extranjeros, tales como los chinos, italianos y alemanes. El nuevo Ilo, empezaban recién a habituarse a su reciente ubicación, luego de haber permanecido desde el siglo XVI cercana a la desembocadura del río Osmore, en lo que actualmente se conoce como San Gerónimo.
En la década de 1940 Manuel Seoane escribió de nuestra ciudad: “Allí está Ilo, con sus aguas mansas y su cómodo muelle, pero sin conexiones terrestres suficientes: un tartamudo ferrocarril a Moquegua y una carretera hasta Puno que todavía es una línea blanca sobre un mapa azul. Es verdad: Ilo es el único puerto que donó la madre naturaleza. Sólo es necesario ampliarlo, introducirle mejoras convenientes y conectarlo cómodamente con los centros poblados que puede servir: Moquegua, Tacna, Puno y Bolivia.
Diez años después Aurelio Miro Quesada decía “Ilo ha sido siempre un lugar tranquilo y agradable, con calles reposadas y edificios ligeros… en ella también se observa esa mezcla de lugar de tránsito y de estancia. Como ciudad, su sitio principal se halla en la plaza; y como puerto su actividad mayor está en el muelle. El creciente desarrollo de los trabajos en las cercanas minas de Toquepala ha cambiado ya su viejo ritmo. Ahora hay un largo y nuevo muelle al que acoderan los barcos en busca del mineral, mientras aumenta en la bahía la flota de “bolicheras” con sus altas cargas de pescado. Pero la sugestión de Ilo no está en su ambiente de progreso ni en sus privilegiadas condiciones de puerto, ni en su clima benigno. Su atracción mayor está en el valle, enaltecido a través de los siglos por el prestigio resonante y sazonado de sus olivares.”
A fines del siglo XX soñábamos con hacer de Ilo “una ciudad intermedia, bella, organizada, verde, segura, educadora y saludable, con servicios y espacios públicos de calidad que protege el patrimonio natural y calidad ambiental, cultural y arqueológico y promueve el desarrollo de capacidades de sus niños, jóvenes y adultos…”
En el siglo XXI un ex presidente se expresaba así: “Ilo es la ciudad que urbanísticamente es la que más ha desarrollado en todo el Perú; es la ciudad número uno en el desarrollo urbano en todo el Perú. No es la más grande, pero es la que tiene más calles asfaltadas; es la que tiene mejores servicios, más construcciones que día a día aumentan y mejoran. Queremos eso para Ilo.”
Hemos avanzado bastante desde aquel pequeño pueblo de casi mil habitantes. Hoy somos más de ochenta mil. Tenemos una fuerte carga migrante que ha enriquecido y le ha dado a Ilo la fuerza para convertirse en un puerto referente en el Perú. Y casi todo ellos es producto de su población. Eses debe ser nuestro principal orgullo. Feliz Día Ilo.