Por: Enrique Rivera Salas
En este trascendental día, se les rinde un justo homenaje a los mártires de Chicago (EE.UU.), cuando el 1 de mayo de 1866, más de 300,000 trabajadores de esa ciudad, iniciaron una de las primeras huelgas, exigiendo la reducción del exagerado horario de trabajo a una jornada normal de ocho horas.
Ocho trabajadores líderes se inmolaron, siendo juzgados y ejecutados, por lograr el respeto a una jornada laboral para la clase trabajadora mundial.
Como en toda sociedad organizada y según leyes universales, el trabajo es un deber y un derecho, en donde todos debemos tener la oportunidad de un puesto de trabajo según nuestra vocación o habilidad y cuyo esfuerzo como ser humano sea equitativamente remunerado. Por eso hay una necesidad imperativa de una reflexión a conciencia sobre el tema:
Si antes se luchaba por reducir las horas de trabajo, hoy en día se lucha por conseguir un puesto de trabajo que nos permita sacar adelante a nuestra familia.
En el Perú, en el gobierno de José Pardo y Barreda se decretó la jornada de 8 horas de trabajo, el 15 de enero de 1919, ante las luchas sindicales alentadas por Mariátegui y Víctor Haya de la Torre.
Por eso, el Día del Trabajo es una fecha ganada a costa de sacrificios y la muerte de muchos sindicalistas, padres de familia. Aquellos que dijeron “NO” a la explotación de hombre por el hombre.
Es necesario conocer que la OIT (Organización Internacional del Trabajo) fundada en 1920 como una sección autónoma de la Sociedad de Naciones, convirtiéndose en 1946 en el primer Organismo especializado de la ONU-su sede Central radica en Ginebra (Suiza)- está integrada por más de 170 países miembros.
