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Un hijo del pueblo a la alcaldía

POR: GREGORIO CHARCA CABRERA 

Cada día que va pasando, se les va acortando el tiempo para los participantes en este nuevo proceso electoral que definitivamente está fechado para el 7 de octubre del presente año. Previsiblemente algunos candidatos en este arrabal proceso eleccionario van tomando la delantera haciendo pintas, colocando sus banners publicitarios y ondeando banderas por doquier.

Sin duda, es una fiesta democrática de los más sagrado que puede suscitarse en la ciudadanía consciente y con el derecho que los asiste, cuál es elegir su autoridad. Por otra parte, se debe tener en cuenta y considerar como en otras ocasiones, no basta desplegar banderas, hacer pintas y colocar banners por dondequiera, ni lanzar gritos estridentes, para que los adherentes acudan en tropel.

De modo que la población merece el mayor respeto y las consideraciones en esta contienda electoral. Pues nuestro mensaje va dirigido a un pueblo mil veces engañado, que alguna vez confiaron en aquellos candidatos que les ofrecieron bienestar; mientras sus actos probaron lo contrario. Más el pueblo necesita de candidatos prueben la sinceridad y honestidad de sus intenciones.

Muchos ejercerán del proselitismo para sus fines, utilizando una propaganda artera y sugestiva, con ardid “engañósfera”. Pero irrisible. Diría que estos, recreativos políticos dinosaurios (también hay jóvenes) en contienda, son grandes demagogos vende cebo de culebra, algunos tuvieron su oportunidad de ser autoridad; el pueblo sabrá medirlos por sus hechos. Sin embargo, estar nuevamente como candidatos creo o tal vez será por apetito personal.

Por ello, mi consciente dicta escepticismo. Para que Ilo tenga (como candidato) buena autoridad, requerimos cerebros que piensen, no autómatas que vociferen y gesticulen; personas vivas, no rateros, menos cadáveres ambulantes; deseamos prosélitos de buena fe, no corrompidos con herencia del mal congénito.

Por la misma razón, nuestra masa votante debería exigir a cada candidato muestren sus hojas de vida y programas de gobierno; sencillamente para desengañarnos de su trayectoria como ciudadano, profesional y funciones que hayan desempeñado. Es previsible no los tenga. Vivimos deseando lo que no necesitamos y en trance de permanente necesidad. Lo que toca a este modesto suscritor, escribir desde las vísceras humeantes, desde el dolor, desde el pesimismo entendiendo como una estética de la vida.

Por esta misma razón, he llegado a pensar que hacer política es lo más perverso (atacando, injuriando) “vale todo” mediante el poder destructor de vilipendiar. Y como evangelio aquel periodista ponzoñoso, blasonara realizar sesudamente menester oficio a través del micrófono, no en chantajes, no transparentar y sacar ventajas antojadizas ni oportunismos impropios.

Nosotros diríamos: sin el vientre no funciona la cabeza; para algunos usar el micrófono, no hay estómago que no coman. Son aquellos detractores del hijo del pueblo, de la calumnia y de la mentira, han tratado sacar del proselitismo electoral.

Literalmente como personaje bíblico (Lázaro) el “muerto se levanta” así fue ilustrado en las páginas de este diario. Claramente me estoy refiriendo del señor Abad Pari Aguilar, quien después de los resultados del JEE ha podido hacer política formal, en un ambiente de la mayor de las hipocresías. La ciudadanía absolutamente convencida tenga en la cabeza la idea de algún cambio y mucho entusiasmo e interés por votar por un “hijo del pueblo” a la alcaldía provincial de Ilo.

Análisis & Opinión

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