Entre la lealtad y la obsecuencia

“¡Cuídate del leal ciento por ciento!” César Vallejo.

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César Vallejo

POR: CÉSAR CARO JIMÉNEZ

A mi entender, uno de los problemas básicos del Perú y quizás abono de la corrupción reinante en nuestra patria durante casi toda su historia, es la carencia de instituciones, aparte de no contar con programas, planes e ideas con real sustento técnico y económico, que cuenten con el apoyo mayoritario, el cual generalmente se diluye en el apoyo emotivo y casi ciego al gobernante de turno, quien apoyado por el manejo interesado de gran parte de los medios periodísticos, que se benefician con la publicidad estatal, parecieran tener inmensas virtudes y poquísimos defectos.

 

 

Panorama nefasto que se incrementa, tanto por la formación cristiana de la mayor parte de la población, la cual inconscientemente está en constante espera del “salvador” que los va a llevar al paraíso prometido, como por lo que Carlos Delgado Olivera, llamó la teoría del “Bien Limitado”, la cual en pocas palabras señala que siendo las posibilidades “de éxito social extremadamente reducidas y muy alta la competencia por el acceso a posiciones de prestigio, riqueza y poder concebidos como bienes supremos.

Como tales bienes se juzgan inalcanzables para tantos competidores, como la competencia es muy acentuada, y como las posibilidades de éxito se consideran mínimas, la lucha por el triunfo social alcanza a veces niveles de verdadera ferocidad. En tales circunstancias no hay armas vedadas: todo medio es lícito para conseguir la finalidad perseguida.

Como todos quieren “subir” y hay pocas posibilidades de lograrlo, el “ascenso” de un individuo entraña el “descenso” de otro: sólo se puede “subir” cuando otro “baja”. Pero como dentro de condiciones sociales de alta competencia tal “descenso” no puede ser resultado del deseo espontáneo de nadie, surge la necesidad de ascender derribando. En síntesis, dentro de tal contexto social, para tener éxito es preciso “traerse abajo” a otros individuos”.

Y dentro de ese esquema, se tiñe de sinsabor y de amargura al mundo en que se mueven el intelectual y el periodista crítico, los que a menudo son vilipendiados y con frecuencia ignorados y casi siempre incomprendidos y, a veces, literalmente perseguidos en una sociedad que los margina y con respecto a la cual ellos suelen sentirse extraños y remotos, llegando en muchos casos a acusarlos de desleales por opinar contra la corrientes mayoritarias, al margen de lo que se diga sea correcto o no.

No se entiende que la verdadera colaboración no es alabar siempre, sino señalar los errores, hablando un lenguaje claro de realidad, de verdad y de respeto. La lealtad confundida con obsecuencia suele ser peligrosa, porque desde la ciudadanía se instala la legítima duda respecto a si esa lealtad tiene que ver con convicciones e ideales o exclusivamente con una subordinación funcionaria o dependencia salarial. Por ello la lealtad no debe ser jamás ciega ni obsecuente. Porque así podría llegar a ser casi suicida, tanto para el crítico como para el gobernante de turno.

Y en cuanto a estos últimos, cabe recordar el pensamiento de dos sabios de la antigüedad, uno griego y el otro romano. El primero, Pítaco de Mitilene,  uno de los Siete Sabios de Grecia decía: “Si queréis conocer a un hombre, revestidle de un gran poder. El poder no corrompe, solo desenmascara.”

En tanto que al segundo, el emperador de Roma Marco Aurelio, apodado “El Sabio”, considerado el último de los “Cinco buenos emperadores”, le gustaba pasear por las calles y plazas de Roma para ser vitoreado y aclamado por los ciudadanos como un semidiós, acompañado por un esclavo que caminaba algunos pasos detrás de él y cuando los vítores y las aclamaciones arreciaban, el siervo se acercaba discretamente a Marco Aurelio y le susurraba al oído “Recuerda, solo eres un hombre”.

Y para finalizar, tan solo me queda decir, que soy leal antes que a hombres a instituciones e ideas. No creo en los caudillos ni en los predestinados y creo también que la misma es horizontal.  Por ello, me atrevo a decir con Mark Twain: “Lealtad al país siempre. Lealtad al gobierno cuando se lo merece…” y con Lincoln: “Quédate con un líder cuando esté en lo correcto, sigue con él cuando aún siga en lo correcto, pero déjalo cuando esté equivocado…”

¡CUÍDATE, ESPAÑA, DE TU PROPIA ESPAÑA!

¡Cuídate de la hoz sin el martillo,

cuídate del martillo sin la hoz!

¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,

del verdugo a pesar suyo

y del indiferente a pesar suyo!

¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,

negárate tres veces,

y del que te negó, después, tres veces!

¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,

y de las tibias sin las calaveras!

¡Cuídate de los nuevos poderosos!

¡Cuídate del que come tus cadáveres,

del que devora muertos a tus vivos!

¡Cuídate del leal ciento por ciento!

¡Cuídate del cielo más acá del aire

y cuídate del aire más allá del cielo!

¡Cuídate de los que te aman!

¡Cuídate de tus héroes!

¡Cuídate de tus muertos!

¡Cuídate de la República!

¡Cuídate del futuro!…

                            César Vallejo

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