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Detector de orates y de encubridores

POR GUSTAVO GORRITI (*)

Jorge del Castillo tenía una primicia.

Así se lo dijo a Mávila Huertas en una entrevista en canal N el martes 7 de agosto. “… esta es una primicia, algo que estoy preparando…” anunció.

“Estamos estudiando” dijo del Castillo, “con expertos, con profesores de la disciplina respectiva, que es psiquiatría y psicología la necesidad de que jueces, fiscales, determinadas autoridades, pasen por un examen psiquiátrico para efectos de ver el alcance de su personalidad, [el resaltado es mío] porque puede haber personas depresivas, bipolares, violentistas, antisociales, etcétera, etcétera”.

¿Cómo detectar locos? Del Castillo ya tenía la respuesta: “Entonces yo estuve preguntando, ¿hay pruebas que descubren esto? Sí, me dicen. Hay una prueba que se llama “Millon”, ¿no? que es estupenda. Hay un destacado profesional peruano que ha hecho adaptaciones de una serie de esquemas para la psicología nacional, digamos, ¿no? Entonces yo creo que sería muy bueno que tengamos no solo que tenga tantos años, que sea abogado, etcétera, sino que también pase por una calificación, porque si no usted se puede encontrar con una gente, que, sabe Dios, le puede salir con un domingo 7 [la cursiva es mía]”.

Una pena que una idea así no se le hubiera ocurrido a nadie antes, porque como concluyó del Castillo: “Si hubiera habido una prueba contra, yo que sé, el señor Ríos, Wálter Ríos, de el Callao, ese tipo, estoy seguro de que hubiera salido que tenía una personalidad antisocial. […] ¡pero acá no hay esas pruebas! ¿No le parece interesante? […] ¿No le parece que hay que hacerlo?”.

Aunque las preguntas fueron retóricamente dirigidas a Mávila Huertas, cualquiera de nosotros las puede contestar, como lo hago.

Sí, me parece interesante. Quizá no genial porque si nos lanzamos a detectar locos entre jueces y fiscales, ¿por qué no hacerlo también con los políticos?

¿Congresistas solamente? Bueno, claro, eso significaría tener que vivir luego del entresaque de orates con un Congreso mucho más pequeño… pero ¿por qué contentarse con poco? ¿El ‘destacado profesional peruano’ no puede adaptar la prueba “Millon” a los presidentes también?

Habría que hacer pruebas, por supuesto. Con expresidentes, para medir la correlación histórica entre sus fases lunáticas y sus medidas de gobierno. Los anales del desastre podrían quizá ganar una explicación.

Así que sugiero un experimento que del Castillo tendría a mano: Cuando el detector de locos esté a punto, probarlo con el político de mayor peso en su agrupación. Eso sí, nada de litio. Para esa prueba, Jorge, el litio es doping.

¿Qué nos permitiría ver la prueba de “Millon” que, del Castillo, en ‘primicia’ propuso? Se trata de las pruebas que desarrolló Theodore Millon para medir los trastornos de la personalidad. Resumido al máximo son 14 trastornos por detectar: Paranoide, esquizotípico, límite, pasivo-agresivo, obsesivo-compulsivo, evitativo, esquizoide, histriónico, dependiente, narcisista, antisocial, sádico, masoquista, depresivo.

Estoy seguro de que el test de prueba [sin doping] tendría resultados interesantes. ¿Histriónico, narcisista? Seguro que algo más. Pero, con lo inteligente e importante que fue, el doctor Millon no describe mejor la Historia. Cuando la sombra de Calígula ronda y se reencarna prefiero la literatura, negra de preferencia, para intentar interpretarla.

Además, ¿me ayudaría la clasificación del doctor Millon para terminar de solucionar el caso Lava Jato? Me temo que el propósito de proponerlo es precisamente el opuesto: que nunca se termine de solucionar.

“Los corruptos están en plena campaña de encubrimiento. Han concentrado su fuego en pocos puntos, especialmente en uno: José Domingo Pérez. Él está en peligro. Rocío Sánchez, también”.

Denuncia contra fiscal José Domingo Pérez ante la Oficina Desconcentrada de Control de la Magistratura. (Fuente: La República)

Porque ¿a alguien se le ocurre que Jorge del Castillo quiso ampliar las fronteras de la psicología o traerla al auxilio de la sociedad para una oportuna detección de locos antes de que tomen poder (o el poder)?

Lo que del Castillo hizo, con estilo característico, es iniciar una campaña alanista de descrédito contra el fiscal que tiene ahora a cargo la investigación del caso Lava Jato: José Domingo Pérez. A partir de su aparente ventaja comparativa en la observación de locos, buscan imputarle locura para sacarlo del caso.

No es el único en la campaña. El mismo día que del Castillo propuso su detector de orates, otro militante aprista, Martín Morocho, presentó una solicitud ante la Oficina Desconcentrada de Control de Lima (Odecma) del Ministerio Público, en la que pidió que “urgentemente se le realice un examen pericial siquiátrico [a José Domingo Pérez] para establecer si su estado de salud mental es el apropiado para seguir desempeñando las delicadas funciones de fiscal anticorrupción”.

Es el patrón visto en previas ofensivas alanistas para escudar a su líder de un potencial peligro por investigaciones anticorrupción. Atacar con tinterilladas y campañas de desprestigio a quienes conducen la investigación. Lo hicieron con Sergio Tejada en tiempos de la ‘Megacomisión’ e intentan hacerlo ahora en su mucho más atribulada circunstancia de Lava Jato, donde sin quererlo terminan en una suerte de danza inquieta entre la estrategia y el acto fallido.

Pero lo patético e involuntariamente revelador de la ofensiva de encubrimiento alanista no debe disminuir sino elevar la alerta de las fuerzas sociales que vieron en julio una gran ventana de oportunidad abierta en la lucha contra la corrupción.

En ese turbulento julio, el sísmico escándalo de Lava Juez puso en pánico a los corruptos: sin saber qué otro audio venía, si los habían grabado a ellos o no y en qué. Ese miedo fue casi tan revelador como los propios audios, o como las histéricas exigencias de que se publique todo de una sola vez, o como las urgencias sin pausa para obtener los audios.

Pero el escenario en el mes de agosto es diferente. Agosto es el mes en el que los corruptos intentan organizar su contraofensiva en busca del encubrimiento y la impunidad. Los objetivos generales son los casos Lava Jato y Lava Juez en conjunto. Los específicos son los fiscales que han llevado cada caso: la fiscal Rocío Sánchez en el Lava Juez; y el fiscal José Domingo Pérez en el Lava Jato.

La fiscal Sánchez ha sido señalada como objetivo central de la investigación ordenada por el fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, para establecer cómo se filtraron los audios que revelaron la corrupción (en los cuales él figura varias veces; igual que el fiscal supremo Víctor Raúl Rodríguez Monteza, a quien encargó la investigación).

La alineación de fuerzas en el vital frente del Ministerio Público es ahora así: De los cinco fiscales supremos, tres, incluido el fiscal de la Nación, aparecen comprometidos en los audios. Ellos: Chávarry, Rodríguez y Gálvez se apoyan mutuamente, pero comparten una posición frágil. Sus pares: Pablo Sánchez y Zoraida Ávalos tienen perspectivas diferentes: Sánchez está de salida y Ávalos está, por el momento, sola, aunque individualmente sea quien se encuentra en mejores condiciones para asumir la Fiscalía de la Nación.

En los siguientes escalones de una institución jerarquizada aunque con pobre disciplina, coexistían (y ahora confrontan) grupos [pequeños] de fiscales trejos y honestos con grupos corruptos. Hay un tercer grupo, el de los fiscales que tienen como objetivo mayor preservar su puesto y tratar de ascender, sin antagonizar, sin correr riesgos. De los tres grupos, los corruptos son quienes tienen mejor coordinación con sus pares de fuera de la institución. La corrupción, lo hemos visto, exige redes. Y redes tienen.

¿Conclusión? Los corruptos están ya en plena campaña de encubrimiento. De supervivencia en algunos casos. Han concentrado su fuego en pocos puntos, especialmente en uno: José Domingo Pérez. Él está en peligro. Rocío Sánchez, también.

Eso quiere decir que todo lo avanzado en julio y

lo que se puede y debe progresar ahora está en peligro. Lo está la lucha anticorrupción. Toda la indignación que inundó el país en julio y todas las marchas y movilizaciones no habrán servido para nada si Lava Jato y Lava Juez son frenados y abortados cuando están a punto de despegar. Y solo la presión social hará posible ese despegue.

Fiscal Rocío Sánchez Saavedra durante audiencia por la prisión preventiva contra “Los Cuellos Blancos del Puerto”. (Fuente: Captura de pantalla)

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(*) Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2552 de la revista Caretas.

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