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Una mirada a los sucesos históricos sociales de Mollendo

POR: ENRIQUE CHÁVEZ JARA

“Como espuma del mar exaltemos de Mollendo el patriótico afán…”. Así reza el coro del himno compuesto por el franciscano Carlos Caselli Ibañez, una frase que dedica a la ciudad que creció desde el espolón rocoso en donde empieza a extenderse desde la chatura de sus construcciones de pino y pirca, hacia las lomas en una natural convivencia de casas de callejón, casonas solariegas, una plaza con glorieta y templo, con una alameda de árboles en sus huertos posteriores.

INICIOS DE MOLLENDO

La vida del Mollendo ferrocarrilero nace casi tres años antes, cuando el 27 de mayo de 1868, se inicia la construcción de los caminos de hierro, en el primer campamento ubicado en el sector de lo que hoy es el Barrio Inclán, desde la llegada de materiales para esta infraestructura como durmientes, rieles, pernería, accesorios, plataformas, locomotoras traídas por mar y desembarcados en esta roca solitaria.

Esta faena principal se encontraba en Mollendo a 3.8 m.s.n.m., la segunda en Cahuintala a 47.5 de la costa y la tercera salía de Arequipa a 172 Kms y a 2223 m.s.n.m.

EL TÉRMINO DE LA OBRA

En este esfuerzo sobrehumano se empleó para el transporte 1500 acémilas para la carga y dos millones de libras de pólvora, siendo uno de los artífices de esta obra el presidente don José Balta Montero y el empresario neoyorquino Henry Meiggs Williams (1811-1877). La titánica obra concluyó el 24 de diciembre de 1870, antes de la fecha convenida pero que dejó el fatídico saldo de dos mil peones, la mayoría de ellos chilenos, así como bolivianos y peruanos, muertos en 942 días de trabajo.

LLEGADA A MOLLENDO

La mañana del martes 27 de diciembre de 1870, zarparon del puerto del Callao la fragata Independencia, los transportes Chalaco y Pachitea y el Panamá, este último de la Pacific Steam Navigation Company fletado por Meiggs. Estas embarcaciones llevaron a bordo hasta cerca de 800 personas donde incluyen empresarios, marinos, diplomáticos, dignatarios y sus familias encabezados por el presidente Balta, su ministro Nicolás de Piérola y el audaz Meiggs.

En la naciente villa de Mollendo con escasos pobladores, se agolparon viendo este revolucionario invento, reciben a tan dignas personalidades, la alegría y admiración fue espontanea, así se podía testificar viendo unos carteles que decían “Viva el Perú” “Viva el Progreso” y “Adelante”.

Era viernes 30 de diciembre, al mediodía la comitiva desembarcada se ubica frente a la flamante estación mollendina, de cuyo estilo arquitectónico es exactamente idéntica a la de Arequipa. En este lugar, Balta anuncia con emotivas palabras: “Mollendo es el primer escalón que para llegar a Arequipa he pisado. Tengo la mayor voluntad a favor de su bienestar y creo que el ferrocarril que vamos a abrir oficialmente será su base más firme. El pueblo de corazón sabrá comprenderme y sabe que estos son los beneficios de la paz y que lo amo en sumo grado. Le he dado pruebas de ello”

LOCOMOTORAS AMERICANAS

En la mañana del sábado 31 de diciembre, último día del año 1870, se inaugura la ruta ferroviaria con 11 locomotoras americanas, las que llevaban un número y un nombre peculiar apropiado para la ocasión y para la historia: El Conquistador, la Mollendo, Inca, Tambo, Mejía, Arequipa, La Joya, Islay, Estrella, Hija del Sol y para variar la última tenía el nombre de Lima.

LAS PALABRAS DE MEIGGS

Meiggs pronuncia un breve discurso: “Brindemos señores, por la grandeza del Perú, iniciada en estos últimos tiempos en la roca solitaria de Mollendo y en las quebradas de La Oroya, y levante a este pueblo generoso a la altura de sus destinos inmortales. Brindemos por el porvenir feliz de una nación ante la cual nada significa una personalidad.” Predijo el progreso del puerto y su ferrocarril, ante una multitud eufórica, donde se pudo observar a varios pioneros jóvenes de la villa, como el genovés Bartolomé Cafferata, los hermanos Gregorio y Nicolás Rubatto, la niña Isabel Torreblanca en brazos de su padre don Tomás Pino Salas, Enrique Wenceslao Gibson, Juan Neuenschwander, Juan Benavides y Juan Reinoso Ampuero (este último será años mas tarde alcalde de Mollendo), el italiano don Francesco Fiascunaro, Aniceto Gallegos, el español Alejandro Dorich, fotógrafos y varios más.

TÉRMINO PROVISIONAL DEL FERROCARRIL

Balta estaba en su mejor momento político, permaneció junto con todos los invitados llegados de la capital, en Arequipa del 31 de diciembre de 1870 al 8 de enero de 1871, pero por una ley dada en esa ciudad, el presidente declara a Mollendo como Término provisional del Ferrocarril de Arequipa a la Costa el 6 de enero de 1871 y a la vez clausura el puerto de Islay.

LA GUERRA

Ocho años después de una vida apacible, confortable y hasta informal, Mollendo deberá afrontar la crueldad abrumadora de la Guerra del Guano y el Salitre (1879-1883), la villa será bloqueada de facto y desapareció gran parte de la población indefensa, no quedó rastro alguno y la dulcificación humana y cristiana de la lucha, fue sumergida en la inmensidad del océano.

La flota invasora parecía haberse construido de odio solidificado, los jóvenes porteños habían dicho “Que estas naves nefastas esparcen, cual un volcán, la destrucción y la muerte por doquier” muchas veces las víctimas casi indefensas contra ataques sorpresas, parecen no llorar… porque se acabaron las lágrimas.

Profanaron por decirlo así, el pueblo y su iglesia “¿es que escogieron a esta desdichada villa que apenas empezaba a asentarse sobre el basamento rocoso y a orillas del mar?”

RENACIENDO DE LAS CENIZAS

Parece insólito decirlo, pero Mollendo a los pocos meses de haber concluido el conflicto, bloqueo y las revoluciones internas del país, renace de sus cenizas de hambre y martirio. Ya el 8 de junio de 1885 el puerto vuelve a reabrirse a despecho de otros pueblos del sur. Se construye lo que destruyó la mano sangrienta de los enemigos de la patria.

MOLLENDO ES CIUDAD

El 27 de octubre de 1897 a iniciativa del doctor Teófilo Núñez Valdivia, diputado nacional, logra en el Congreso de la República una Ley que declara a la villa decimonónica en Ciudad, y es a partir de esa memorable fecha en que nuestro puerto adquiere personería jurídica en la vida nacional.

Mollendo contaba por entonces con 11 consulados y viceconsulados, había trabajo para una población de casi tres mil habitantes, pero no solo eso; sus empresarios, trabajadores y autoridades se proyectaron en otras labores que contribuyeron en el progreso de la tierra que los vio nacer o los cobijó. Se instalan sociedades patrióticas, ligas humanitarias y culturales, y la participación notable de los preceptores de la instrucción pública, el periodismo y su gaceta, gente que hizo del trabajo una filosofía de vida, como Juan José Reinoso Ampuero, Manuel García Bedoya, Victoria Bayro Sánchez por citar algunos… la lista es interminable.

En nuestras plazas adornadas de confalones, guirnaldas y oriflamas desfilaron en memorables jornadas patrióticas veteranos de la guerra que vivieron y nos legaron a la historia páginas de heroísmo, como los tenientes Domingo Rojas Cavenecia, Carlos Corzo Gómez, los coroneles Olegario Julio Rospigliosi y Medardo Cornejo Yedaluza, el marino Bernardo Smith, así como Pedro y Juan Zegarra, combatientes del Morro de Arica, Tarapacá y San Juan de Miraflores.

Vemos pues en su océano infinito, aquel mar de Grau, donde se ven las eternas aguas como quien quiere ver en lo más profundo del corazón su propia añoranza.

Transcurrió los tranquilos días de bonanza teniendo como fondos azules cerros que parecieran tocar la ciudad rica en historia, que aún se puede ver y leer en sus nobles y bellas arquitecturas republicanas de madera y el portland europeizante.

La ventaja de ser una ciudad declarada donde la tipología urbana se ordena de acuerdo con los cánones de Ebenezer Howard, como casas o cottages rodeadas de jardines, glorietas o quioscos moriscos, arriates y palenques que nos muestra una realidad palpable.

El Boulevard Las Huertas, donde empieza a delinearse en copudas coníferas, erguidas palmeras arecas y datileras, el infaltable molle, ornamentales buganvillas o la simbólica Bellísima, donde el efluvio de su naturaleza asomadas al ras de las aguadas, atraían a viajeros en este lugar de jocundia, cerca al camino que van a la lomas cuya Cruz de Fierro, sobre su enhiesta cima abre sus brazos de potenza como tratando de abrazar esa roca solitaria que soporta el puerto, pero su inmensidad lo impide y, el pilco trina al morir el sol tras los follajes del verano costeño.

MENSAJE A LA MEMORIA

Estamos obligados a rescatar la memoria de todo un pueblo, esa memoria tan cerca del presente y no repetir los errores que el pasado nos puso y, así lograr mirar nuestro azul horizonte y no seamos renuentes a valorar las cosas cuando las perdemos.

Nuestros coterráneos, desde las autoridades hasta el último morador de las lomas, deberán saber que el bienestar de un pueblo radica en el conocimiento de nuestra identidad, que es la base de nuestras reivindicaciones, pero las desavenencias serán un aliado del atraso y la humillación.

Cuando respetemos nuestra ciudad, ese día habremos alcanzado nuestro ideal de bienestar y el mar nos guiará a un destino de juventud, donde los golpes del sol y el agua no necesitan del boato y la parafernalia.

Un homenaje sincero a aquellos hombres del pasado, que estando en el ejercicio de sus funciones obraron con criterio humanitario, honestos y sinceros, hoy a quienes aún seguirán sus pasos en los momentos de incertidumbre y tiempos de lucha, el padre Caselli en la última estrofa de nuestro himno lo asevera:

¡Nadie intente tus glorias serenas

con palabras de sombra empañar,

que está hirviendo la sangre en tus venas

y es león este pueblo del mar;

que si es noble y sufrido en la calma

y es amigo cordial en la paz,

gestará tempestades en su alma

si pretenden su estrella apagar!

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