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Don diálogo

José Luis en mi opinión nunca fue sectario sino por el contrario, fue un gran concertador y luchador social. Si bien utilizó la movilización y la confrontación, no tuvo otro propósito más que llegar a grandes acuerdos a favor del desarrollo sostenible.

POR: JULIO FAILOC RIVAS

Es la primera vez que escribo un artículo con profunda tristeza. Me pesa la mano para escribir y mi pena ya no puede ni con el peso del rocío. José Luis López, el nuestro, se nos adelantó, él ha partido para siempre, no me ha dicho donde, pero se fue. Me siento devastado por la noticia que me dio a las 10 de anoche, Ernesto Herrera, un amigo común con quienes compartíamos el sueño de cambiar el país y a su gente, algún día.

José Luis López Follegatti, luego de que abandonó la tesis del partido único eligió el camino más complejo y empedrado, el de la reconciliación a través del dialogo y la concertación. Ernesto, sin quererlo y por mandato del partido, fue cuatro veces alcalde y congresista de la República.

En el caso mío elegí lo mundano, además de escribir de vez en cuando para mis amigos e intentar formar una familia bien constituida. Ellos cumplieron, en mi opinión, largamente con su propósito de vida, yo aún sigo en el intento de formar una familia que pueda seguir el legado de tan extraordinarias personas.

Tal vez nunca se lo he dicho a nadie, ni siquiera al mismo José Luis, pero él fue mi mentor. La persona más inteligente y honesta que conocí en esta tierra, la persona que seguí siempre sin preguntarte a donde iba. No me interesaba hacia donde se dirigía porque estaba seguro que iba a llegar a buen puerto. Nunca le perdí el rastro, leía todo lo que escribía y tuve la suerte de escribir varias cosas junto con él.

Joselo y Ernesto Herrera y Julio Failoc

Lo conocí en la UNMSM cuando yo era apenas era un jovenzuelo. Tenía una cabellera larga y ensortijada que hacia honor a su chapa que hasta hoy le dura: “lechuga”. Estudiaba en la PUCP y solía visitar San Marcos porque en la decana había más movimiento político, además, me parece, que era jefe político de Jacobi, un dirigente estudiantil, quien por esa época presidía la Federación Universitaria de San Marcos.

Yo admiraba su buen hablar, su discurso radical, incendiario, pero a la vez transparente e ingenuo.

Recuerdo que una vez -luego de que culminara un discurso en contra la dictadura militar de Bermúdez- me acerque para preguntarle algunos sobre tips para hablar en público.

En menos de cinco minutos me dio algunas recomendaciones y me lanzó al ruedo, no sin antes preguntarme si simpatizaba con el PCR, organización política en el que él militaba. No sé por qué, pero le dije que sí. Tomó una silla y me presentó como dirigente del partido. Yo me quedé mudo unos segundos, luego empecé a tartamudear hasta agarrar confianza y lanzar un discurso no sé de qué, pero lo cierto es que la gente me aplaudió.

Debo confesar que si bien mi hermano José tuvo mucha influencia en mi formación política a José Luis le debo el haberme descubierto como líder y dirigente estudiantil, y hasta “cuadro político”.

Joselo, Martín Vizcarra, Edmundo y Aldo Fuster

Después de muchos años volvimos a encontrarnos en el Cuzco en el congreso de un partido de izquierda donde me propusieron irme a Ilo para trabajar en una ONG Ambientalista llamada Labor.

En Ilo, en el calor de la lucha contra Southern Perú, y en la búsqueda por construir un modelo de gestión ambiental concertada, democrática y participativa, afirmamos nuestra amistad y nos hicimos amigos entrañables para siempre. A los años, fruto de esta experiencia, tuvo la feliz iniciativa de formar el Grupo de Dialogo, la misma que hoy ha servido de inspiración para formar el grupo de dialogo en otras regiones como Arequipa y Tacna e incluso hasta convertirse en un foro internacional.

José Luis en mi opinión nunca fue sectario sino por el contrario, fue un gran concertador y luchador social. Si bien utilizó la movilización y la confrontación, no tuvo otro propósito más que llegar a grandes acuerdos a favor del desarrollo sostenible.

Amigo en tu ausencia déjame llamarte “Don Dialogo” y prometerte que seguiremos tu legado, y si no nos alcanza la vida, ten fe que nuestros hijos la seguirán. Te lo prometo.

Lechuga. DEP

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